Obama, atrapado en su laberinto
La crisis económica y el aumento del paro ponen en jaque la reelección del presidente de Estados Unidos
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarTiene 65 años, se llama Mitt Romney y puede ser el próximo presidente de Estados Unidos. Desde la distancia de ultramar, y a cinco meses de las elecciones, resulta difícil de aceptar. Pero si se le hiciera caso a las encuestas de junio hubiera habido un presidente llamado Michael Dukakis, en lugar de George H. Bush, y otro llamado John Kerry, en lugar del hijo de Bush. Romney lo tiene más fácil que sus predecesores del Partido Republicano que llegaron a presidentes en contra de los tempranos pronósticos, porque incluso a esta distancia, va empatado con Barack Obama con el 46% cada uno, según Gallup.
Hace cuatro años Obama ni siquiera le ganaba a John McCain. Como Romney, acababa de salir de unas desgastantes primarias en las que sus rivales del partido no se lo habían puesto fácil. La campaña acababa de empezar para él. Era el momento de aglutinar a las bases y concentrarse en el verdadero rival. Justo lo que hace Romney desde que el martes cerrase la nominación.
Mucho han cambiado las circunstancias desde aquel 2008 en el que Obama sacó siete puntos de ventaja al septuagenario republicano, con la mayor participación desde las convulsas elecciones de 1968 que ganase Nixon, tras los asesinatos de Martin Luther King, Robert Kennedy y las manifestaciones estudiantiles contra Vietnam. Ese entusiasmo se ha perdido en la frustración de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión y la enconada parálisis del Congreso. Nadie puede creerse ya que Obama será el hombre que una al país.
Para quienes votaron en 2008, el tema más importante (28%) era la política exterior, siendo entonces la guerra de Irak lo que más preocupaba. Hoy todas las variantes de la política exterior solo son prioridad para el 3%. Lo que decidirá el voto de la inmensa mayoría, el 52%, es la economía y la creación de empleo. Un aspecto en el que los votantes adjudican en este momento la misma capacidad a Romney que a Obama, a pesar de que el 55% suspende a este último en cómo la ha manejado. Y es que el 30% de los estadounidenses dicen estar peor ahora que cuando llegó al poder.
No hay duda de que en los próximos meses el candidato republicano explotará esa incongruencia que le da posibilidades de ampliar su margen. «Esta semana hemos visto una cascada de malas noticias económicas», recordó Romney ayer. «El crecimiento se ha ralentizado, la confianza de los consumidores ha caído y el desempleo ha aumentado. Es un duro veredicto de cómo está manejando el presidente la economía. Está claro que sus políticas no han logrado las metas que se propuso y que la economía de Obama está destruyendo a la clase media». Con el pesimismo económico de ocho de cada diez y cuatro de cada diez sufriendo para mantener su estatus social, ese mensaje tiene eco.
Romney recuerda a los votantes que los asesores de Obama predijeron que el paquete de estímulo económico reduciría el desempleo al 6%, pero lleva 40 meses seguidos por encima del 8%. Esa cifra de paro correspondería a los tiempos más boyantes de España, pero en EE UU ningún presidente desde Roosevelt ha ganado la reelección con un desempleo mayor del 8% (actualmente es del 8,2%).
En esa línea de ataque, el exgobernador de Massachusetts ha hecho blanco esta semana en las malas inversiones del Gobierno en energías alternativas, simbolizadas por la empresa californiana de energía solar Solyndra, a la que prestó 535 millones de dólares (430 millones de euros) perdidos al caer en bancarrota. Al día siguiente de que la compañía anunciase el cierre de su última planta en Freemont, Romney estaba en la puerta para hacer leña del árbol caído y constatar el despido de 1.100 trabajadores. La apuesta del presidente demócrata por las tecnologías limpias dará para mucho. «Obama concedió más de mil millones de dólares para coches eléctricos con la meta de poner un millón de coches en las carreteras pero las ventas de híbridos son apenas del 5%», recuerda en otro anuncio.
El embate económico atacará cuatro años con un déficit superior a 804.600 millones de euros. La contrapropuesta de Romney es explotar los recursos energéticos tradicionales de EE UU autorizando las perforaciones de petróleo y gas natural en las costas y parques naturales para bajar los precios, deshacer las regulaciones de Obama que según él ahogan la productividad, reducir los impuestos que en su caso ya le permiten pagar apenas un 15% por ganancias de 21,6 millones de dólares anuales (17,3 millones de euros), firmar nuevos acuerdos comerciales y flexibilizar aún más el mercado laboral. Como garantía de éxito expone su labor al frente de la empresa de capital de riesgo Bain, a la que los demócratas atacan por su trayectoria de comprar empresas en apuros para desmembrarlas. Algo en lo que el propio Bill Clinton se ha salido del guion para calificar la gestión económica de Romney como «brillante».
El mensaje tiene gancho entre la clase blanca trabajadora de EE UU que supone el mayor déficit electoral de Obama. El presidente tiene más éxito entre las mujeres debido en parte a su apoyo social para la salud femenina, pero colea entre los hombres que en el 2008 le dieron su apoyo por apenas un 1%.