Alfredo Pérez Rubalcaba, en la sede socialista de Ferraz. :: JUAN CARLOS HIDALGO / EFE
ESPAÑA

Rubalcaba libra un pulso interno para marcar su línea de oposición

El secretario general del PSOE cree que la situación es demasiado grave para dejar solo al Gobierno pero intenta contentar a los suyos

MADRID. Actualizado: Guardar
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Ni es un escenario fácil para el Gobierno ni lo es para una oposición que aún se resiente de su propia incapacidad para embridar la crisis económica más agresiva de las últimas décadas. El PSOE puso esta semana al descubierto el debate interno que ha dividido a quienes, como el propio secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, se inclinan por atemperar los ataques al Ejecutivo en pleno vendaval financiero y quienes, como su rival en el 38 Congreso, Carme Chacón, o el líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, creen que es el momento de diferenciarse aun a costa de crear un abismo entre los dos partidos mayoritarios.

El tira y afloja demuestra hasta qué punto los socialistas siguen noqueados tras la estrepitosa derrota electoral. «Lo que está pasando en España es tan intenso y el ritmo de toma de decisiones tan vertiginoso que no hemos tenido posibilidad de hacer un diagnóstico y diseñar un plan de actuación con calma», se lamenta un diputado ajeno a las trincheras internas, pero partidario de adoptar una posición más crítica con el PP.

En la dirección del partido, integrada en su inmensa mayoría por 'rubalcabistas' de pro, admiten que el equilibrio entre una actitud «responsable» para con el país y la sana confrontación de modelos ideológicos resulta muy complicada. La prueba es que hasta ahora han dado muchos bandazos: de la prudencia respecto a las manifestaciones contra la reforma laboral pasaron a invitar a los ciudadanos a «defenderse» en la calle de los recortes y, de ahí, a reclamar al Ejecutivo «pactos globales». Esa es ahora la apuesta de Rubalcaba.

Algunos en el partido ven un problema en que su líder haya tenido durante muchos años altas responsabilidades de Gobierno. Creen que condiciona su visión y le deja maniatado para plantar cara al Ejecutivo. «Tener el Estado en la cabeza puede ser una rémora», apunta otro parlamentario afín a los planteamientos de Chacón. El exvicepresidente de José Luis Rodríguez Zapatero sostiene, en cambio, que los críticos no son conscientes de lo que se juega realmente España. O eso apuntan en su entorno. «No piensan lo que significa una intervención», dicen.

Presiones contradictorias

Estos han sido también para Rubalcaba unos días duros. Habla a menudo con Felipe González, alarmado ante la posibilidad cada vez menos irreal de un rescate. Zapatero, que se fue de la Moncloa obsesionado por la prima de riesgo, le ha presionado para que se acerque más al Ejecutivo y no entendió que el PSOE no respaldara la ley de Estabilidad Presupuestaria.

Pero fue una cena, hace una semana, con su amigo el comisario europeo de Competencia, Joaquín Almunia, lo que le terminó de convencer de que la situación es crítica. Ante el grupo parlamentario, desde el que este martes se pidió más beligerancia, Rubalcaba evitó, sin embargo, usar tono catastrofista para justificar que no hubiera hecho sangre con Bankia o con el déficit oculto de Madrid y Valencia.

Aunque el líder del PSOE se mantiene en sus trece, la rebelión interna -que en Ferraz reducen a mero ruido amplificado por intereses «personales»- ha tenido sus efectos. El miércoles los socialistas solicitaron formalmente una comisión de investigación sobre Bankia, pese a que el secretario general considera que solo serviría para embarrar el terreno, y el jueves se abstuvieron en la reforma del sistema financiero, a pesar de que el Ejecutivo aceptó parte de sus demandas. La dirección del partido, eso sí, atribuye esas decisiones a que el PP le dejó poco margen de maniobra y no al deseo de apaciguar los ánimos en casa.