Protesta en una carretera de la ciudad fronteriza de Aboudiyeh, en Líbano, contra las incursiones de armas sirias. :: REUTERS
MUNDO

EE UU culpa a Rusia del desastre sirio

Hillary Clinton acusa al Ejecutivo de Vladímir Putin de la pasividad internacional ante las matanzas del régimen de Bashar el-Asad

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«Siria parece cada vez más el Bosnia de Obama», escribió ayer 'The New York Times'. Los entre 10.000 y 13.000 muertos que ha dejado el régimen de Bashar el-Asad en poco más de un año, mientras la comunidad internacional se limita a contestar cada masacre con gestos diplomáticos o contritos comunicados, caen sobre los hombros del Premio Nobel de la Paz que ocupa la Casa Blanca en tanto se precia de haber puesto fin a dos guerras: Irak y Afganistán. La culpa, sin embargo, es de Rusia, espetó ayer Hillary Clinton en Dinamarca.

La pregunta de por qué el mundo no pone fin a esa masacre -como hizo el año pasado en Libia- persigue a la secretaria de Estado en su gira por Europa. «Para eso necesitamos unidad», recordó. «No estamos ni cerca de formar ningún tipo de coalición que alivie ese sufrimiento. Los rusos siguen diciéndonos que quieren hacer todo lo que puedan para evitar una guerra civil porque creen que la violencia podría ser catastrófica, y vociferan que son una influencia estabilizadora, pero yo rechazo ese argumento».

La acusación frontal refleja la frustración de la jefa de la diplomacia estadounidense, que ha sido incapaz de convencer a Moscú para que se una a la condena internacional. Sin el apoyo de Rusia y China, los dos países que han vetado las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Siria, la intervención o siquiera las sanciones son impensables.

Última esperanza

La última esperanza de Washington es convencer a Vladímir Putin para que persuada a El-Asad de transferir el poder a algún colaborador de su confianza, facilitando así un diálogo político que desbloquee la situación, pero los expertos consideran esa posibilidad altamente improbable. Putin, dicen, se caracteriza por un fuerte sentimiento antiamericano y el simple hecho de que EE UU esté en favor de la llamada 'opción yemení' hace que Moscú la rechace. Y cuanto más presione Washington, más difícil será que Putin la acepte. «Nosotros no estamos solo de un lado», reiteró el miércoles el embajador ruso en la ONU, Vitaly Churkin, que se empeña en repartir la culpa de la violencia a partes iguales entre la oposición y el Gobierno. «Pueden estar seguros de que continuaremos haciendo lo correcto».

Lo correcto, hasta ahora, ha sido vender armas al régimen de El-Asad y proporcionarle las sofisticadas defensas antiaéreas que impiden al Pentágono ofrecer un sencillo plan de ataque aéreo. Cualquier opción militar, advierten, sería peligrosa y muy costosa. Amén de las ramificaciones internacionales que amenazan con incendiar toda la región. Siria acusa a Catar, Turquía y Arabia Saudí de infiltrar armas para la oposición que «cada vez está mejor armada», dijo el miércoles el embajador ruso, que habla por Damasco en la ONU. Según 'The New York Times', cada semana Obama llama a un jefe de gabinete o su adjunto para discutir las opciones sobre Siria, y estas siempre son las mismas: «Más diplomacia, más sanciones». La última esperanza, pasada la de Putin, empieza a ser siniestra. Si el conflicto se desborda hacia Líbano y Turquía, el mundo tendrá que decidirse por acciones. «Sabemos que las cosas pueden empeorar mucho y estamos intentando impedirlo», dijo ayer Clinton.

Cada día de matanzas en Siria fortalece la opción de acciones internacionales más duras, insistió. La cuestión es cuánta gente tendrá que morir para que Obama decida intervenir en la Bosnia de su tiempo. La Casa Blanca recuerda que los 108 muertos de Hula no son los 8.000 de Srebrenica, que es lo que necesitó Bill Clinton para dar el paso. Si esa es la medida, a los sirios les queda aún mucha sangre por derramar antes de que la comunidad internacional acuda en su ayuda.