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La ONU denuncia nuevas masacres en Siria
El Consejo de Seguridad ni siquiera se pone de acuerdo en adoptar sanciones contra el régimen
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarLos observadores de la ONU encontraron ayer una nueva escena del crimen: 13 cadáveres maniatados y ejecutados a sangre fría en Assukar, al este de Siria. En palabras de 'The Washington Post', su misión en este país, pensada para vigilar un «iluso alto al fuego», se ha reducido a contar los cadáveres de la población masacrada. Son apenas 300 militares y 100 civiles en un país de 22 millones de personas donde el Gobierno les utiliza de coartada para seguir reprimiendo a su gente. Es el juego del gato y el ratón que la comunidad internacional está dispuesta a seguir jugando, aunque el olor a sangre obligue a taparse la nariz.
El jefe de las Fuerzas de Paz de la ONU, Herve Ladsous, informó al Consejo de Seguridad a puerta cerrada sobre el curso de unas operaciones en las que sus hombres se sienten impotentes para actuar porque el Gobierno sirio ni siquiera les permite el uso de helicópteros. Todos los días algunos de sus convoyes recibe ráfagas de fuego. «Las balas no llevan firma», respondió, pero todo el mundo sabe que el conflicto sirio tiene ya muchos actores. El embajador británico en la ONU, Mark Lyall Grant, no dudó en afirmar que «hay terroristas en Siria», la cuestión es quiénes son. Para el régimen, combatientes armados procedentes de Libia y Túnez que aspiran a internacionalizar el conflicto. Para el pueblo sirio, milicias paramilitares de la minoría alauita que impulsan una violencia sectaria para ayudar al régimen de Bashar el-Asad a reprimir la insurrección.
A ojos de la embajadora de EE UU, Susan Rice, solo hay tres desenlaces posibles a este conflicto, siendo el primero que el régimen de El-Asad detenga voluntariamente la violencia para atenerse al plan de paz de Kofi Annan y el segundo que lo haga ante la presión de nuevas sanciones. Pero el escenario que ve más posible es el tercero, que se dé «una escalada de la violencia, el conflicto se expanda y se intensifique, alcance un grado de gravedad que involucre a varios países de la región, la unidad del Consejo de Seguridad explote, el plan de Annan muera y esto se convierta en una guerra en la que fluyan armas de todas partes». Rice intentó describirlo como un escenario hipotético, pero se trata de una realidad actual. El plan de paz de Annan está muerto, aunque la comunidad internacional no lo quiera admitir porque nadie tiene agallas de enfrentarse al Ejército sirio.
La masacre de Hula, en la que murieron 49 niños y 34 mujeres, es «la manifestación de esa realidad», admitió Rice. «Creo que estamos empezando a ver cómo se salen las ruedas del autobús».
Urgencia tardía
Con toda esa urgencia y la presión que empiezan a poner sobre Obama sus rivales políticos, el Congreso y los medios de comunicación, la embajadora estadounidense en la ONU reiteró una vez más que no hay ninguna alternativa al plan de Annan. El mundo piensa quedarse con los brazos cruzados. A lo sumo, el Consejo de Seguridad discute autorizar sanciones contra Siria, pero ni siquiera en eso se ha puesto de acuerdo. «Para algunos ya vamos tarde, mientras que otros lo ven con gran escepticismo», dijo Rice.
Rusia, aliado del régimen de El-Asad, lamentó la expulsión en cadena de diplomáticos sirios que han coordinado once países como respuesta a la masacre de Hula. Según el embajador ruso en la ONU, Vitaly Churkin, «es una señal que será malinterpretada por los que esperan ver una intervención extranjera en Siria». Algo que no ocurrirá, al menos por el momento.
Según 'The Washington Post', las posibilidades de convencer a Vladímir Putin para que El-Asad deje el poder son ligeramente mejores que las que tiene Annan, pero incluso si se le convenciera «probablemente carece de los medios para forzar su salida y su clan». Por eso la opinión pública pide a Obama «tomar el liderazgo» de una operación que en vísperas de su reelección equivaldría a un suicidio político, además de la posibilidad de incendiar el polvorín de la región.