Artículos

Irán y el G-5+1: la sorpresa

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Por razones en el fondo desconocidas la esperada negociación nuclear entre Irán y el llamado G-5+1, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania, terminó el jueves con un fiasco que ha herido el proceso en curso y abre un tiempo de incógnitas, solo atenuadas por el anuncio, in extremis, de que dentro de un mes habrá otra ronda de negociaciones en Moscú.

El optimismo subió de tono mundialmente porque, de repente, el de ordinario muy reservado Yukiya Amano, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, se trasladó a Teherán, lo que no había hecho nunca, sin duda tras recibir seguridades de su segundo -y jefe de los inspectores, Herman Nackaerts- de que las concesiones iraníes hacían posible un acuerdo consistente.

Tal concesión, se dejó decir en Teherán sin recibir un desmentido, era la que podía ser: que la instalación de Parchim sería abierta sin limitaciones a las visitas de la Agencia. Parchim es como el emblema de la pretendida dimensión militar del plan nuclear iraní e, invariablemente, en Teherán han rehusado abrirla a terceros porque es una instalación militar. Amano dijo abiertamente que tras las seguridades recibidas el domingo pasado en Teherán, donde se entrevistó con el jefe del programa iraní, Said Yalilí, próximamente se firmaría un acuerdo.

Técnicamente, puede haber tal acuerdo de inspección, sobre todo si Teherán ratifica el llamado Protocolo Adicional, que permite visitas sin previo aviso. sin que haya un acuerdo político entre Teherán y el G-5+1 y tal vez, piensan algunos, es lo que la parte iraní se dispone a hacer: vaciar de contenido toda sospecha sobre su programa desnudándolo ante los inspectores. que no entran ni salen en valorar diplomáticamente lo que sus gobiernos desean hacer y, en concreto, si el uranio local puede ser enriquecido al 3,5% o al 20%.

Pero esto es pura teoría, angelismo político que difícilmente funcionará. Aunque ha ganado puntos la teoría, en realidad difundida por Washington basándose en sus servicios de inteligencia, de que Irán no está fabricando un arma atómica, se requiere a Teherán que mantenga un programa nuclear estrictamente suficiente para producir, bajo estricto control, combustible para ciertos usos e incluso se le exigirá que envíe fuera del país unos cien kilos de uranio enriquecido para evitar suspicacias.

La sorpresa es, en todo caso, una decepción internacional de eventuales y tal vez ominosas consecuencias. La parte iraní podría ser empujada hacia el peor de los escenarios, hoy no planteado: abandonar el Tratado de No Proliferación y, por tanto, salirse de las obligaciones inherentes a la condición de miembro. Una pesadilla.