Los sumideros oceánicos contribuyen a reducir las emisiones de dióxido de carbono. :: CARLOS M. DUARTE / EFE
Sociedad

La pradera mediterránea de posidonia desaparecerá en 40 años

El CSIC apunta a que la causa fundamental es un aumento de la temperatura del agua, que puede llegar a 3,4 grados a final de siglo

MADRID. Actualizado: Guardar
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Una de las joyas de la flora acuática mundial corre serio riesgo de desaparecer a lo largo del siglo XXI. Las praderas de posidonia, que solo se encuentran en el mar Mediterráneo perderán el 90% de su densidad en 40 años. Esa es la previsión que ha realizado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) después de estudiar el comportamiento de estas plantas y su evolución en los últimos años. Los resultados, que aparecen publicados en el próximo número de la revista 'Nature Climate Change', apuntan a una «extinción funcional» de la especie con un escenario «moderadamente optimista» de emisión de gases de efecto invernadero.

El trabajo, elaborado en el marco de los proyectos españoles Vanimedat-2, MEDEICG, Escenarios y el europeo Sesame, ha examinado la evolución temporal de la temperatura superficial máxima esperada durante el siglo XXI en el Mediterráneo occidental. Para ello, los científicos han empleado proyecciones de diez modelos climáticos globales y dos modelos regionales. «Todos los modelos proyectan un rápido calentamiento del agua superficial del mar balear en verano a lo largo del siglo XXI, lo que daría lugar a un aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor. De media, la temperatura en superficie del agua durante la época estival podría aumentar a finales del siglo XXI en 3,4 grados. A partir del año 2050, la temperatura superaría cada verano los 28 grados, provocando la aceleración de la mortalidad de posidonia», detalló Gabriel Jordà, investigador del CSIC en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, un centro mixto del CSIC y la Universidad de Baleares.

La posidonia, de crecimiento extremadamente lento, se caracteriza por su longevidad milenaria y por formar extensas praderas hasta los 40 metros de profundidad. Además, esta planta es fundamental para evitar la erosión de la costa y constituye lo que se denomina una comunidad clímax, es decir, que representa el máximo nivel de desarrollo y complejidad que un ecosistema marino puede alcanzar. Las posidonias destacan por sus beneficios ecosistémicos, como el enterramiento de dióxido de carbono, el reciclado de nutrientes, la protección costera de la erosión y el aumento de la biodiversidad.

Por este motivo, la Unesco decidió en 1999 que las praderas de posidonia situadas entre Ibiza y Formentera, el parque natural de Ses Salines, fueran declaradas Patrimonio de la Humanidad. Precisamente en esta zona, investigadores del proyecto 'Conservación de praderas submarinas', patrocinado por la Fundación BBVA, descubrieron en 2006 una planta de casi ocho kilómetros de largo, lo que la convierte en uno de los seres vivos más grandes del mundo.

Las plantas de esta especie, autóctonas del Mare Nostrum, se encuentran actualmente en regresión, no solo por el calentamiento del agua, sino también por perturbaciones locales como la contaminación o los anclajes de las embarcaciones. El investigador del CSIC Carlos Duarte, explicó que a la especie no le quedan más opciones que adaptarse, lo cual «es poco probable considerando sus bajas tasas de reproducción sexual y mutación», o bien «disminuir drásticamente hasta casi extinguirse». Los científicos han examinado la trayectoria de la densidad de esta especie de acuerdo con tres escenarios de mitigación de los efectos.

La investigadora del CSIC Núria Marbà apuntó que si se hubiesen mitigado las perturbaciones locales en 2010, «la extinción funcional de las praderas se hubiese retrasado una década». Sin embargo, si ese retroceso se hace dentro de veinte años, solo se logrará retrasar la extinción dos años.

«La única solución para garantizar que este ecosistema milenario continúe proporcionando servicios es la rápida acción internacional para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a niveles muy por debajo de los considerados en este estudio», agregan los científicos.