FUENTES Y CERVANTES
PERIODISTA Y POETA Actualizado: GuardarLa primera vez que vi a Carlos Fuentes fue en 1987. Acababa de recibir el premio Cervantes y, cuando nos asomamos a la ventana de su habitación en el viejo hotel Palace de Madrid, yo le pregunté: «¿Usted sabe que le han dado una habitación con vistas a la calle de Cervantes?». El se asomó, miró la cartela con el nombre del manco de Lepanto, se puso de rodillas parsimoniosamente y me dijo: «Cervantes ha hecho más por la lengua castellana que todos los que escribimos en español juntos». Desde mucho antes, pero quizás especialmente desde que colocó en las estanterías de su casa el más preciado galardón que se concede a un escritor en español, Carlos Fuentes no solo ha sido un exquisito usuario de la lengua de Cervantes, sino también un acérrimo defensor de su riqueza y de su poderío, aquende y allende los mares. Vivo él, y palpitante todavía su corazón como el del gringo viejo, sus libros se han estudiado en la Universidad como modelo de escritura, pero también como ejemplo de la capacidad de nuestro idioma para expresar la profundidad del alma humana.
El pasado otoño tendría que haber estado en Valladolid para recoger el premio de la Fundación Cristóbal Gabarrón, que le otorgó el jurado unos meses antes. Aunque estaba enfermo y la fecha le coincidía con una estancia en París, quiso venir y no pudo. Por muchas razones, pero entre otras también por el amor que le seguía teniendo a la tierra donde nació el castellano y donde Miguel de Cervantes escribió algunas de sus páginas más universales.
Si, como Artemio Cruz, Carlos Fuentes tuvo la oportunidad de reconstruir su vida un momento antes de marcharse para siempre, seguro que se acordó de Cervantes y del premio Cervantes. No es para menos.