Angela Merkel y François Hollande pasan revista a la guardia de honor en la Cancillería de Berlín. :: JOHN MACDOUGALL / AFP
MUNDO

Hollande se moja en el poder

«El poder del Estado será ejercido con una escrupulosa sobriedad», proclama en su toma de posesión El presidente socialista se desmarca en su investidura de Nicolas Sarkozy, al que despide con frialdad del Elíseo

PARÍS. Actualizado: Guardar
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En su primera salida oficial como presidente de Francia, François Hollande ofreció ayer la imagen alegórica de las dificultades que se ciernen sobre su mandato nada más ser investido en la jefatura del Estado. Sin paraguas con que protegerse de la que estaba cayendo, el mandatario neófito aguantó a cuerpo el chaparrón y acabó calado hasta los huesos en un paseo en coche descapotable por los Campos Elíseos con el que estrenó la normalidad presidencial que pregona, baño de multitudes y meteorológico incluidos. Por la tarde un viaje relámpago a Berlín para cenar con Angela Merkel, retrasado por un rayo que alcanzó en pleno vuelo a su avión y le obligó a dar media vuelta para cambiar de aparato, completó la metáfora del aprendiz de estadista que se moja en la tormenta.

La frialdad del trato dispensado a Nicolas Sarkozy marcó la insulsa ceremonia de traspaso de poderes en la que solo el efímero calor de los últimos rayos de sol de una mañana borrascosa despidió al presidente saliente. Hollande y su pareja, la periodista Valérie Trierweiler, salieron a la puerta principal del palacio del Elíseo a decir adiós a Sarkozy y su esposa, Carla Bruni. Ellos se estrecharon las manos; ellas se besaron en las mejillas. Pero los nuevos inquilinos no esperaron a que los desalojados se montaran en su coche y llegaran a la calle entre aclamaciones de 'Merci, Nicolas' de los simpatizantes arremolinados en las aceras. Se giraron, les dieron las espalda y se introdujeron en el interior de su recién estrenada residencia.

En su discurso de investidura, Hollande proclamó que «el país tiene necesidad de apaciguamiento, reconciliación y unidad». Pero tras dedicar palabras amables al general De Gaulle, Georges Pompidou, Valéry Giscard d'Estaing, Mitterrand y Chirac, el séptimo presidente de la Quinta República cerró la intervención con una especie de epitafio verbal a su inmediato predecesor al dirigirle «mis deseos para su nueva vida».

La alocución inaugural del segundo mandato socialista en el Elíseo desde 1958 supuso un deliberado desmarque de la agitada hiperpresidencia sarkozysta. «Fijaré las prioridades pero no decidiré de todo en lugar de todos», anunció Hollande antes de prometer que «el poder del Estado será ejercido con dignidad pero con sencillez, con una gran ambición para el país y una escrupulosa sobriedad en los comportamientos». Debieron silbar los oídos del colega que le acababa de transmitir los códigos secretos del arsenal atómico en una entrevista privada a puerta cerrada que duró 35 minutos.

El líder que ha consumado el regreso de la izquierda al poder tras 17 años de travesía del desierto también marcó de entrada su voluntad de ruptura con las políticas de austeridad preconizadas por Alemania para la Unión Europea. «En este día, muchos pueblos y ante todo en Europa nos esperan y nos miran. Para superar la crisis que la golpea, Europa necesita proyectos, solidaridad y crecimiento», dijo. «A nuestros socios propondré un nuevo pacto que aunará la reducción necesaria de la deuda pública con el indispensable estímulo de la economía», confirmó el abanderado de la renegociación del tratado de disciplina presupuestaria.

Los actos estuvieron precedidos a mediodía por las rituales honras a la tumba del soldado desconocido bajo el Arco de Triunfo. Entonces quedó demostrado que el presidente normal cuando llueve se moja como los demás.

Otro 'novato'

El presidente normal tendrá un primer ministro normal. François Hollande nombró ayer a Jean-Marc Ayrault jefe del Gobierno que hoy va a ser dado a conocer. El nuevo binomio socialista al mando de Francia comparte su absoluta inexperiencia en funciones gubernamentales, su falta de carisma, su alergia al conflicto y su adicción al compromiso. El promocionado alcalde de Nantes, que como su mentor nunca ha sido ministro, ofrece a los 62 años la ventaja de ser germanista y conocedor de la realidad alemana cuando la izquierda recién entronizada en París se dispone a librar un duro pulso con Berlín. Nieto de agricultores e hijo de obrero y costurera, Ayrault es un socialdemócrata pragmático de educación católica, forjado en el movimiento rural de las juventudes cristianas que tras coquetear con la ortodoxia marxista se reconvirtió al reformismo conciliador.