
Las batallas políticas también han arruinado Bankia
Rato llegó a Caja Madrid tras una enconada batalla, a la que sucedió la resistencia de Olivas en Bancaja
MADRID. Actualizado: GuardarCaja Madrid y Bancaja, las entidades que lideran la hoy nacionalizada Bankia, acumularon gruesas facturas de impagados por dedicarse a lo que, desde su nacimiento, se concibió como su función principal. Prestar a las familias de clase media baja y a los inmigrantes, invertir en industrias locales y tomar posiciones en empresas de servicios nacionales, así como dar crédito a los promotores inmobiliarios era, hasta que llegó la crisis, una prueba de arraigo en el tejido social del propio territorio.
Junto a esa cara amable de la vinculación a las raíces, la peculiar fórmula jurídica de las cajas potenció la injerencia política. Por eso se financiaron muchos proyectos sin justificación económica. Y Rodrigo Rato llegó a la presidencia de Caja Madrid tras una enconada batalla entre las familias del PP. Más tarde, la adscripción popular de los gobiernos de las comunidades madrileña y valenciana fue un factor decisivo en la integración con Bancaja, que adolecía de males financieros similares. Las batallas por el poder también han contribuido a la ruina de Bankia.
La de Caja Madrid es un paradigma. En el otoño de 2009, ya en plena recesión y cuando todavía las autoridades españolas se permitían alardear ante el resto del mundo de la fortaleza de la banca nacional, la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, echó un pulso al líder del PP, Mariano Rajoy, al promover para la presidencia de la entidad a Ignacio González, su mano derecha.
Se trataba de remover a Miguel Blesa, antiguo amigo de José María Aznar, que había perdido los favores de la lideresa. Pero quedaban heridas de una batalla anterior, ocurrida en vísperas del verano de 2008, cuando se desarrolló el debate interno del Partido Popular sobre el liderazgo de Mariano Rajoy, sobre el cual tanto Esperanza Aguirre como Ignacio González mostraron reticencias. Incluso se produjeron acusaciones de presunto espionaje entre facciones rivales. Una vez consolidado, Rajoy sacó a González del Comité Ejecutivo popular, junto con otros críticos.
Hoy día, con el sistema financiero patas arriba y el segmento de las cajas de ahorro en medio de una profunda transformación, cuesta entender la importancia de lo que en aquellos momentos se ventilaba. Caja Madrid había conquistado importantes cuotas de poder en empresas y medios de comunicación, no solo territoriales. El entonces alcalde de Madrid y actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón -claro enemigo político de Aguirre-, no estaba dispuesto a perder posiciones en la entidad.
Rencillas
Entonces apareció Mariano Rajoy postulando a Rodrigo Rato para la presidencia de Caja Madrid. Incluso se barajó la idea de una tercera vía. Luis de Guindos, ahora ministro de Economía, apareció en algunas quinielas como candidato de consenso para presidir la entidad.
Esperanza Aguirre dio una batalla en toda regla. En un espectáculo que fue calificado por sus críticos de 'bochornoso', cambió la ley autonómica reguladora de las cajas. La modificación le permitió no solo desalojar a Blesa de su silla, sino rebajar la cuota de poder del alcalde, al reducir la representación del municipio. Le costó tirar la toalla.
Rodrigo Rato ocupó la presidencia de Caja Madrid, y la salida de Blesa coincidió con las primeras muestras de seria debilidad de la entidad de ahorro. El beneficio de 2009 fue un 68,4% inferior al del año anterior y la morosidad se disparó al 5,4%. Tiempo después, el consejo de administración de la entidad suprimió derechos de cobro adicionales que Blesa y otros diez directivos se habían autoconcedido, una recompensa que ascendía a 25 millones de euros en total.
En la primera fase del actual proceso de reconversión financiera el Gobierno socialista y el Banco de España impulsaron la integración de las cajas de ahorro. La fuerte incidencia política en los órganos de gobierno de estas entidades allanó el camino para la constitución de un Sistema Institucional de Protección (SIP) liderado por Caja Madrid y Bancaja, cuyas plazas fuertes eran comunidades gobernadas por el PP. Caja Ávila, Caja Segovia, Caja de Canarias, Caja Rioja y Caja Laietana completaron la alianza.
A medio camino entre la independencia y la fusión, los SIP no han impedido, al menos en este caso, la confrontación territorial. La creación de Bankia como entidad financiera en julio de 2010 se vio lastrada por la nueva etapa de recesión económica y por el impacto de la crisis de la deuda soberana, muy perjudicial para una institución que a duras penas consiguió el objetivo de salir a Bolsa. Para cumplir los requerimientos de los reguladores, Bankia pidió 4.456 millones de ayudas públicas, los fondos que ahora han facilitado su nacionalización, al convertirse en capital estatal.
Pero la injerencia de la política se ha prolongado incluso en esta última etapa de grandes dificultades. Cundió el recelo en la Comunidad Valenciana cuando vieron apeados a dirigentes de Bancaja en el proyecto común. Y fue justamente el recelo ante una cesión de poder lo que llevó a descartar desde Madrid el flotador que hubiera supuesto la fusión de Bankia con La Caixa.