Editorial

Presión contra el fraude fiscal

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El Consejo de Ministros de ayer aprobó un anteproyecto de ley de reforma del Código Penal para endurecer determinados delitos de naturaleza económica, entre ellos la defraudación fiscal, el fraude laboral y el uso indebido de fondos públicos. En materia de delito fiscal, la reforma endurecerá la presión sobre los defraudadores, elevando la pena hasta seis años y de cinco a diez años el tiempo de prescripción. Este agravamiento de las penas para el delito fiscal, que entrará en vigor en noviembre, persigue persuadir a los defraudadores que hayan atesorado dinero negro, en metálico o en el extranjero, de la conveniencia de aflorarlo en la amnistía fiscal que se ha decretado, ya que ésta sería la última oportunidad de salir indemne de la situación, y por un precio relativamente módico del 10% de lo declarado. Se entiende a la perfección la estrategia del Gobierno, pero es evidente que existe una contradicción moral entre el agravamiento de las penas a los defraudadores, que debería responder a un mayor reproche social, y la despenalización temporal de estas actuaciones insolidarias y delictivas.