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«El Rey está arrepentido de haber mirado para otro lado en vez de a España»
Pilar Urbano, autora de 'El precio del trono', habla en la Feria del Libro sobre la actualidad de la monarquía, marcada por las disculpas de Don Juan Carlos y el Caso Nóos
CÁDIZ Actualizado: GuardarPilar Urbano (Valencia, 1940) prepara la segunda parte de 'El precio del trono' (Planeta), un gran reportaje de investigación que transita por los años de 1931 a 1976, tiempo en el que España vivió la caída de una monarquía absoluta, una república, una guerra civil, una dictadura y, al fin, la restauración de una monarquía democrática. Don Juan Carlos es su indiscutible protagonista y por eso la presentación de este título en la Feria del Libro es una de las más esperadas de esta edición.
-El subtítulo de 'El precio del trono' es ni con el Rey ni contra el Rey. Ante los últimos acontecimientos, ¿sigue teniendo la misma opinión?
-Sí, ahora más que nunca porque ahora nos necesita muchísimo. Ya con la Ley de la Reforma le dimos el aprobado. El Rey es nuestro, no es nuestro Rey, que tiene un matiz distinto. Está para guardar la cosa nostra y él ya ha dicho en repetidas ocasiones que está para servirnos y cuando deje de hacerlo le botarán. Don Juan Carlos está respaldado por los españoles a los que representa, a los que debe mirar y no darles la espalda.
-Muchos han criticado que el Rey no pidiera perdón, sino que se quedara con el «lo siento»...
-Debería haber concretado algo más qué es lo que sentía. No se sabe si sentía el haber errrado los disparos al elefante, si la compañía que llevaba o el disgusto de la Reina. Pero quiero pensar que lo que quería era expresar que sentía la distonía entre él y su pueblo. La lejanía, el haber estado mirando para otro lado cuando aquí se está pasando mal, la crisis, la mordida de Latinoamérica... Y él no estaba para servirnos, estaba mirando para otro lado. Creo que sí estaba arrepentido, de todas formas, yo no quiero un rey de rodillas.
-¿Cuanto tiempo le ha costado elaborar este reportaje de investigación de 1.200 páginas?
-Siete años, ha sido mi opción dedicarme al periodismo de investigación, que hoy por hoy es escaso. He dejado 2.583 notas atrás, documentos, archivos, entrevistas... Algo muy interesante de los buenos investigadores es el saber evitar el barullo. Un gran reportaje, ya sea pequeño o grande, tiene que conseguir que el lector sepa más al final que al principio. También es importante no hacerse trampas en el solitario, a veces, el enamorarte de lo que quieres contar puede hacer que te pongas trampas para llegar a ello.
-De toda esa materia secreta que ha consultado, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención al descubrir o verificar?
-He podido conocer más a Juan Carlos, antes de ser el Rey era un gran desconocido y ahora lo es igual pero desde la tribuna. Era un príncipe taimado, astuto, maestro del disimulo, maquiavélico y Príncipe que pasó por varios dramas familiares como la muerte de su hermano o el enfrentamiento con su padre, fue un becario del dictador y se casó con una mujer de la que estaba elementalmente enamorado. Me ha llamado mucho la atención comprobar los tejemanejes que se traía con EE UU y la CIA, esos suprapoderes que son los que verdaderamente movían los hilos. El 'thriller' del asesinato de Carrero Blanco a manos de la ETA y la CIA lo podía intuir, pero aportar pruebas ha sido muy costoso. También es destacable el comprobar que Alfonso XIII está también detrás del golpe de Estado del 36. La dura correspondencia entre Don Juan y Franco o las relaciones de Don Juan Carlos con un profesor de kárate que en realidad era un enlace de la CIA... Él sabía que desde fuera le iban a asfaltar el camino hacia el trono.
-¿Y alguna información que haya dudado en escribir?
-Aquellas cosas que construyen historia pero que pueden destruir una estabilidad familiar. Todos los Borbones han tenido amoríos, pero yo en el libro solo doy indicios de los amores importantes en la vida de Juan Carlos. Hubo una chica por la que dudó en renunciar al trono, pero al final rompió con ella. En cuanto a mí, yo no he tenido que renunciar a contar algo sobre el Rey.
-¿Vaciló más veces Don Juan Carlos?
-Cuando tenía que aprobar las leyes del Movimiento pasó unos días de auténtica crisis, hasta hacía llorar a la Reina. Pero después no vaciló más. El trono era su pasión, una fijación. Los príncipes se sienten predestinados. A Don Felipe le pasa igual, me ha dicho que hubiera renunciado a Doña Leticia si no le hubieran permitido el matrimonio.
-¿Hasta cuándo pagará el monarca el precio del trono?
-Si él siente el desafecto o la crítica tiene la puerta abierta para ceder el trono a su hijo, pero nunca de perderlo. Lo que me preocupa es que algunos malandrines estén queriendo poner con sus cambalaches un precio al trono en euros y a la baja. Me parece vergonzoso, los tronos no se compran ni se venden ni se pagan por extorsión.
-Uno de los objetivos de su trabajo era el de dibujar el perfil humano del Rey. ¿Puede definirle en pocas palabras?
-Hasta ahora, una persona prudente y astuta. Esas disculpas, por ejemplo, son de una persona astuta, están cargadas de doble sentido y las acompaña de una cara de niño bueno.
-Ahora, por favor, destierre algún mito sobre la personalidad del Rey.
-No es un rey campechano y sí una persona engreída de su yo mayestático. Él ha decidido ser campechano, pero no lo consiente a la inversa. Es él quien rompe el protocolo si quiere. Tiene una conciencia regia que le da un empaque irreconciliable con la humildad, por lo que corre el peligro de la soberbia y el yoyismo.
-¿El mayor enemigo de la monarquía española es el propio Rey?
-Adolfo Suárez ya dijo que había que defender al Rey del propio Rey. Un rey no puede tener una conciencia laxa, Don Juan Carlos tiene que seguir por la senda en la que fue educado. Los peores enemigos del Rey son los aduladores, él necesita tener abogados del diablo. Antes tenía a Sabino Fernández Campos, que un día le dijo al ver el estado en que venía: «Su Majestad, un rey tal y como viene usted solo puede venir de las Cruzadas...» También se sinceraba con un fraile dominico, Bartomeu Vicens, claro, porque no iba a sueldo. Todo esto es muy importante porque lo que se juega el Rey es la corona, que somos todos.