María está hecha de otra pasta
La asidonense fue agasajada con una fiesta en el centro de estancia diurna en le que cada día derrocha «vitalidad y fortaleza» Una gaditana cumple 102 años rodeada de familia y amigos
CÁDIZ. Actualizado: GuardarComo si se tratase de la fórmula de la Coca Cola, Manuela Cornejo se pregunta: «¿Será el pan con manteca que comió de niña? ¿O la miel que toma?» La duda es retórica, ella misma se la responde: «No puedo explicar del material que está hecha mi madre, mira como está y yo hecha una porquería», reconoce entre risas. De lo que sea, María Fernández rebosa salud. Tanta como para cumplir 102 años «y no tener nada». «Cada mañana yo me tomo cinco pastillas y ella ninguna», explica Cornejo, hija mayor de Fernández. A sus 76 años 'envidia' la vitalidad, la fuerza y el genio de una asidonense que nació un 10 de mayo de 1910. Una costurera que, entre Medina y Cádiz, más que ver la vida pasar, le plantó cara frente a la adversidad. Ayer, todo eran fiestas para ella en la unidad de estancia diurna Santa Clara Quality, donde pocos se quisieron perder el aniversario de toda una matriarca. Una de esas gaditanas que fue capaz de tirar de una familia de siete hijos (hoy viven cuatro) sin quejarse. Ni ayer mismo lo hacía: «No tengo enfermedades y me encuentro muy bien».
Motivo de orgullo para una familia que hoy en día se reconoce aglutinada ante la fuerza de María. Ayer, dos de sus hijas y tres de sus 25 nietas no quitaban ojo a su abuela y madre para echarle flores merecidas. «Envidio su fortaleza, ha sido capaz de superar los palos gordos de su vida», explica su nieta Alba Cornejo, de 27 años. Los más duros, sin duda, «superar la muerte de sus hijos y su marido». Eso en lo emocional, porque en lo físico y médico, la historia de María anda cerca del milagro. A los 93 años una moto la atropelló y la desplazó varios metros. «Quedó como un Cristo. Se rompió el hueso de la pelvis, el brazo, las costillas», explica Manuela Cornejo. Con esas edad pintaba feo si no hubiera sido porque a los dos días estaba levantándose de la cama para ir por su propio pie al servicio y a los dos meses estaba en casa «perfecta, totalmente recuperada».
Será la fuerza de haber sobrevivido a una Guerra Civil en la que pasaron tanta necesidad como para no tener agua, sobrevivir «como una rosa» a unos turnos de trabajo maratonianos para coser desde los 17 años. Será la manteca o la miel, pero ayer superaba sus trabas en la vista o el hablar para agradecer a todos su presencia, apagar las velas, disfrutar con la fiesta que la rodeaba. 102 años sin una sola pastilla que tenerse que llevar a la boca y una vida por disfrutar «esperemos que por unos cuantos años más».