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¿Quién echó a Rato?
Su resistencia ponía en peligro el establecimiento de las sociedades inmobiliarias a la que irán los activos problemáticos Bankia era la piedra angular de la reforma financiera y el expolítico sobraba
MADRID. Actualizado: GuardarFueron muchos quienes le empujaron, aunque fuera él personalmente quien anunciara su marcha. Rodrigo Rato conoció, casi al tiempo que su antiguo colaborador, Luis de Guindos, la severa opinión de los inversores institucionales: mientras no se despeje el problema de Bankia, la reestructuración financiera no se resolverá, y la presión de los mercados sobre España puede seguir creciendo hasta extremos insoportables. No se podía perder un minuto, porque a la cercanía del 31 de mayo -la fecha autoimpuesta para culminar la reforma- se habían sumado los problemas de las últimas horas. BFA-Bankia no había remitido al supervisor de los mercados sus cuentas auditadas del primer trimestre, alegando la complejidad de la tarea.
Como De Guindos, Rato se mueve con soltura entre analistas, directivos de fondos de inversión y bancos de negocios. Si el ministro de Economía ha pasado por Lehman Brothers, los contactos del exdirector gerente del FMI le valieron sus fichajes de la etapa anterior, cuando fue asesor de referencia de Criteria y el Banco Santander, y ejecutivo senior, director gerente de inversiones bancarias, en Banco Lazard.
De boca de antiguos colaboradores supo Rodrigo Rato desde hace días que sus esfuerzos podían ser inútiles porque el tiempo se le venía encima, pero siguió confiando en sus apoyos y en sus fuerzas.Todas las pistas apuntaban en la misma dirección. Al responsable de Economía del Gobierno, con quien Rato ya no mantiene una buena sintonía, se le agotaba la paciencia.
También fueron responsables de los fondos de inversión quienes hicieron llegar al ministro de Economía que la resistencia de su antiguo jefe ponía en riesgo todos los planes del presidente Rajoy para rematar el saneamiento del sector financiero. Bankia se erigía en obstáculo para el éxito en la aplicación del decreto-ley que establecerá las sociedades inmobiliarias a las que se podrán traspasar los activos problemáticos de esta y otras entidades. Incluso si cuenta con ayudas públicas, un marco de credibilidad resulta imprescindible para sacar adelante la iniciativa. Puesto que la participación de los bancos será obligadamente minoritaria, se necesitarán, además de gestores profesionales, otros inversores externos. Y los expolíticos no gozan de su confianza.
Confianza exterior
Cuando el ministro de Economía estableció contactos con los grandes banqueros, los radicales pronunciamientos de Francisco González, de BBVA; Emilio Botín, del Santander y los más suaves de Isidro Fainé, de CaixaBank, no le pillaron de sorpresa. Desde hace muchos meses desde estos grupos se venía culpando a Bankia, con discreción, a veces, y en ocasiones en voz alta, de la desconfianza de los inversores en el conjunto de la banca española. El desplome de las cotizaciones bancarias en Bolsa estaba pagando la factura de los problemas fiscales del Estado, pero sobre todo, de la no resuelta situación de este banco de cajas, incapaz de digerir los créditos dados al ladrillo en tiempos de bonanza.
Se imponía una solución de emergencia. De Guindos comunicó a Rato el pasado viernes, apoyado por los grandes del sector, que le había llegado la hora. El saneamiento de Bankia con recursos públicos debía ir acompañado del relevo del gestor, a quien todos identificaban con su condición de expolítico del PP, para poner al frente del banco a un profesional. En cuanto a Goirigolzarri, el elegido, no quería repetir la experiencia de número dos que había vivido en BBVA.
«Era el mejor banquero español disponible», opina de Goirigolzarri el profesor Michele Baldin, colaborador de Fedea, que aporta otro dato para interpretar la actuación del Ejecutivo. La salida de Rato «ayuda a que la opinión pública no se confunda y a que distinga entre salvar a la banca y salvar a los banqueros», apunta. A su entender, y aunque el exdirector gerente del FMI no es culpable de la mayor parte de los problemas de Bankia, el rescate de los banqueros es algo que la sociedad española actual, agobiada por los recortes, el paro y las estrecheces, no perdona.
El presidente Mariano Rajoy le pidió personalmente el domingo a Rato, en conversación telefónica, su colaboración para un relevo tranquilo. Hubo una puntilla. Aunque el todavía presidente de Bankia aguantó hasta el final, tuvo constancia de que la decisión era inapelable al ver como se filtraban desde Economía las primeras noticias sobre el plan de saneamiento con recursos públicos durante el fin de semana. Los rumores solo podían atajarse con un comunicado oficial.