Hollande reconquista el Elíseo para la izquierda
Sarkozy es el undécimo y principal gobernante derrocado en la zona euro desde el inicio de la crisis en 2008
PARÍS. Actualizado: GuardarEl día de la gloria rosa llegó. El socialista François Hollande reconquistó ayer el Elíseo para la izquierda, 17 años después de la salida del poder de su correligionario y tocayo François Mitterrand, al imponerse en la presidenciales frances con entre el 51,8% y el 52% de los votos según las primeras estimaciones. El conservador Nicolas Sarkozy, que ya había quedado en segundo lugar quince días antes en la primera vuelta electoral, fue incapaz de neutralizar su desventaja en las urnas pese a la remontada experimentada a última hora en los sondeos. El giro a la izquierda en Francia, segunda potencia de la zona euro, aísla a la canciller alemana, Angela Merkel, pues la priva de su principal aliado al timón de las políticas de austeridad y abre expectativas de reorientación hacia estrategias de crecimiento, anheladas por las economías mediterráneas acuciadas por la recesión.
Sarkozy se convirtió en el undécimo y principal jefe de Estado o de Gobierno de la eurozona derrocado por el vendaval de las sucesivas crisis financieras y económicas desatadas en cadena a partir de 2008. Eso sin contar con otras mayorías gubernamentales barridas por el arrollador descontento popular fuera de la unión monetaria en Europa, como fue el caso de Gordon Brown en Reino Unido.
La victoria de Hollande rompe una serie de tres tentativas frustradas de la izquierda por recuperar el poder supremo en Francia. Los fracasos de los socialistas Lionel Jospin, en 1995 y 2002, y de Ségolène Royal, en 2007, abrieron un largo paréntesis ocupado por los conservadores Jacques Chirac (1995-2007) y Sarkozy. Han sido 17 largos años de travesía del desierto desde que un crepuscular Mitterrand, vencido por la enfermedad que acabaría con su vida meses después, renunció a postular a un tercer mandato, entonces de siete años, tras ocupar durante catorce años la jefatura del Estado.
El relevo tardío del estadista de la 'fuerza tranquila' por el aspirante a ser un presidente normal se produce en un contexto mucho más favorable para llevar adelante el cambio. Por primera vez en la historia, la izquierda acumula las diversas esferas del poder político en Francia en sus distintos escalones institucionales: desde las urbes medianas y las grandes capitales hasta la presidencia de la República, pasando por casi todas las regiones y el Senado, cámara confiscada por la derecha desde siempre que basculó recientemente al otro campo.
Legislativas en junio
Para que la hegemonía de la izquierda sea completa solo le falta revalidar el triunfo del 6 de mayo con otro éxito electoral dentro de mes y medio en las legislativas de junio. Los franceses siempre han respetado hasta ahora la lógica democrática y han concedido a los presidentes electos mayorías parlamentarias para poner en práctica los programas avalados por el sufragio universal.
En esta ocasión el objetivo se ve facilitado por el riesgo de implosión que amenaza a corto plazo a un bando conservador condicionado por el auge de la extrema derecha. El 17,9% de los votos cosechado el 22 de abril por Marine Le Pen pondrá a prueba el cordón sanitario tendido en torno al Frente Nacional que impidió alianzas que ahora parecen probables como poco a escala local. Diputados que ven en riesgo sus escaños ya lanzan guiños para tender pasarelas de colaboración con las huestes marinistas.
El descarado giro hacia las inquietudes del electorado ultra imprimido por Sarkozy en la campaña entre las dos vueltas no le ha servido a la postre para convertirse en el segundo presidente que no ve renovado su mandato por los franceses desde Valéry Giscad d'Estaing, víctima de la crisis del petróleo en los años 1970. La derrota del mandatario centrista en 1981 por Mitterrand ofrece un llamativo paralelismo con la suerte corrida por el líder conservador que hace cinco años se valió de la ruptura con el gaullismo para acceder al poder. En ambos casos se trata de presidentes reformistas, habitados por un nuevo estilo amoldado a la modernidad, que se vieron sometidos al efecto devastador de una crisis económica mundial.
Sarkozy no logró activar a los abstencionistas pues la participación osciló entre el 80,5% y el 81%, según las primeras estimaciones. Fue inferior al 83,97% registrado en las precedentes presidenciales de 2007, cuando se impuso a Ségolène Royal. Pero superó ligeramente a la registrada hace quince días en la primera vuelta, que había sido del 79,48%. Se confirmó así la tendencia a que la movilización electoral sea mayor en la segunda vuelta, una constante desde 1974. La abstención únicamente fue menor en la ronda preliminar en las dos primeras convocatorias para elegir al presidente mediante sufragio universal (15,2% en 1965 y 22,4% en 1969).