Messi abraza a Guardiola tras marcar su gol número 50 en el partido del sábado, en el Camp Nou. :: LAGO / AFP
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Dosificar a Messi, el reto de Tito Vilanova

Su abrazo a Pep tras lograr su gol 50 fue el mejor homenaje a un técnico idolatrado por su afición Guardiola ideó un sistema para él pero no logró que reservara fuerzas

BARCELONA. Actualizado: Guardar
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Leo Messi ha marcado en 13 de los últimos 14 partidos de Liga. Solo se quedó sin ver portería en el clásico del Camp Nou y la dependencia del Barça hacia el '10' se transformó en una derrota ante el Madrid (1-2), la pérdida de casi todas las posibilidades del Barça de conquistar la cuarta Liga consecutiva e incluso derivó en un conflicto con Pep Guardiola. Cuentan que tras aquel encuentro hubo una discusión entre los dos en el vestuario, aunque no quedó muy claro quién era el que se quejaba: puede que el entrenador llamara la atención al delantero por no atender a las instrucciones desde la banda sobre su colocación en el césped, pero quizás fue el atacante quien protestó porque el técnico le alejó demasiado del área en un 'once' que con Thiago y Tello intimidaba más bien poco. Si Leo no se siente bien acompañado en ataque, peligro...

Sea como sea, el caso es que al día siguiente, un domingo a tres días de recibir al Chelsea en la semifinal de la Liga de Campeones, el argentino no se presentó al entrenamiento matinal a puerta cerrada. El club intentó ocultarlo, como hizo otras veces con más éxito en estos cuatro años, pero en tiempos de crisis o de 'mini-crisis', todo trasciende.

Aquella semana se completó con el Messi más fallón en Europa (penalti al larguero entre otros infortunios), el KO contra el Chelsea y la rueda de prensa de la noticia del adiós de Pep Guardiola a la que acudieron ochos jugadores de la cantera azulgrana (los capitanes Puyol, Xavi, Valdés e Iniesta, además de los 'voluntarios' Piqué, Pedro, Busquets y Cesc). Sí faltó Messi. Y lo que demostró que algo sucedía es que las explicaciones oficiales del club y del crack a tan señalada ausencia no coincidieron. «En el vestuario quedó claro que solo tenían que acudir los capitanes en representación del grupo, pero cuatro jugadores más se presentaron por su cuenta», argumentaron los responsables de prensa del club azulgrana; «no quería que la atención mediática se centrara en mi pena cuando el protagonista del acto era Guardiola», comentó el futbolista en la red.

Si hubo un distanciamiento serio entre ambos, solo lo saben ellos, pero de lo que sí ha tenido certeza todo el mundo es que el éxito de este Barça, entre otras cosas, ha sido producto de la química entre un entrenador innovador y un talentoso deportista abierto a los nuevos conocimientos. Por eso Messi, tras anotar de penalti el 4-0 ante el Espanyol, su gol 50 en la Liga, se fue hacia el banquillo del Camp Nou en el que Pep Guardiola se sentaba por última vez para abrazarle con un sentimiento que se contagió por todos los rincones del Estadi. El argentino sabe que nada hubiese sido igual en su prometedora carrera sin ese visionario que ideó para él la demarcación de falso '9', prescindiendo del clásico ariete, asumiendo decisiones tan polémicas como echar a delanteros centro de la talla de Eto'o, Ibrahimovic y Bojan porque les estorbaban. O decisiones tan incómodas como desplazar a la banda a cracks mundiales como Henry o Villa porque el pasillo del centro era para el '10'.

Gesto emocionante

El gesto de Messi emocionó, la respuesta de Guardiola, atrapando a Leo entre sus brazos como a ese niño pequeño que todavía sigue siendo en algunas cuestiones, cautivó. Fue el mejor homenaje que podía recibir un entrenador idolatrado para la eternidad por su afición e incluso por sus conciudadanos, orgullosos de la imagen que ha transmitido desde que cogió las riendas del primer equipo.

Los cuatro goles de Messi fueron la mejor noticia, además, para la difícil transición que se avecina, con un segundo de perfil bajo como Tito Vilanova haciéndose respetar en un vestuario de estrellas. Uno de sus primeros retos puede ser hacer ver a aquel cadete que tuvo en sus primerizas manos de entrenador en la temporada 2001-02, un diminuto y enclenque Messi, que es necesario descansar en algunos partidos para llegar a tope al tramo final de la campaña.