Tribuna

No se puede ser 'fashion' en Cádiz

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En un mundo donde la ética parece muerta o con poco valor social, la estética cobra más protagonismo si cabe. Lo que me pregunto es qué pasa con aquellas ciudades en las que la primera brilla por su ausencia y la segunda es bastante difícil aplicarla, al menos para las mujeres. Es una cuestión tanto urbana como social.

Si es usted fémina lo comprenderá perfectamente: a la hora de calzarse unos zapatos de tacón fino considerablemente altos. Las probabilidades de sufrir un tremendo 'zapatazo', aumenta potencialmente si se dispone a realizar una caminata de al menos cinco metros hasta la parada del taxi. Los machos no se habrán dado cuenta de este detalle, puesto que históricamente la planificación de las ciudades y calles han sido llevadas a cabo por ellos, sin pensar en estos adorados complementos para mujeres y para todo aquel que ose vestirse como tal, colocando aceras con baldosas de relieve de cuadraditos o de cualquier otra figura geométrica que ya a una servidora han ganado la batalla a la hora de vestir con un poco más de 'glamour'.

No se puede ser fashion en Cádiz y menos si no se va acompañada por alguien que pueda prevenir el golpe apoyándose en su brazo, y que no lleve tacones. En otras ciudades andaluzas, aplíquese en Sevilla o ejemplos más jerezanos, las mujeres aplican el dicho 'antes muerta que sencilla', expresión tomada por este hecho. Ciudades que además disponen de feria, festividad a prueba de batacazos que ya desde pequeñas, las mujeres han sido entrenadas para bailar desde las alturas con vestidos que pesan más de diez kilos. Y ya cuando viajamos al extranjero, en París, donde la semana de la moda es un claro motor de la economía, sus consistorios se han tomado la molestia de asfaltar hasta las aceras, haciendo más cómodo que personalidades como Kate Moss, no se pegue el ostión por algún motivo denunciable al Ayuntamiento, sino más bien por cuestiones etílicas.

Por eso Kate Moss no viene a Cádiz, porque entre las baldosas y el Carnaval, puede terminar la pobre con más moratones que Don Juan Carlos en un viaje a África.