Al rescate de Rajoy
Sería una paradoja que el impulso de Hollande ayudara al Gobierno del PP a sacar las castañas del fuego
Actualizado: GuardarNi un michelín. Ni un gramo de sobrepeso. La sociedad española se está quedando en los huesos. El paro golpea con más fuerza que nunca. Ningún experto solvente se atreve a afirmar que España conseguirá alcanzar sus objetivos de déficit para 2012 y 2013, cuando Mariano Rajoy es el primero en conocer el riesgo de un grave incumplimiento de los compromisos asumidos por su Gobierno ¿Cuántas autonomías se ajustarán a las exigencias del ministro de Hacienda, cuando globalmente dedican el 75% de su presupuesto a sanidad, educación y dependencia?
Con solo cuatro meses de recorrido, el equipo de Rajoy todavía está a tiempo de echar las culpas de casi todo al Ejecutivo anterior. Pero ese cartucho tiene los días contados. Si antes fue fácil pintar un futuro esplendoroso con un Gobierno del PP que estaba al caer, ahora, la realidad se muestra tan tozuda que borra cualquier mensaje engañoso.
La mayoría absoluta que consiguió el PP en las elecciones de noviembre, permite que las iniciativas de la Moncloa sean respaldadas en el Parlamento. Pero esa legitimidad no garantiza el acierto; ni muchos menos. La esperanza de que la Unión Europea acabe flexibilizando un tanto sus exigencias, es lo único que consigue levantar algún ánimo entre tanto sudor, tanta sangre y tantas lágrimas.
Solo con una profunda renovación de liderazgos en la Unión Europea, España podría alcanzar un respiro. Ese largo proceso se pondría en marcha si François Hollande alcanza la presidencia de Francia. Tanto es así, que algunos de los ministros más influyentes del Gobierno popular cruzan los dedos para que en la segunda vuelta de las elecciones francesas la victoria se decante por el candidato socialista.
En campaña electoral, Mariano Rajoy aseguraba que su futuro Gobierno sería escuchado en Europa. Al decirlo, acaso él mismo no lo creyera, pero igualmente lo aseguraba sin sonrojo. Unos pocos meses de sinsabores le han sobrado para constatar que todo el monte no es orégano. Mientras, son ya tropel en Europa quienes confían en que una apuesta socialdemócrata, con el epicentro en París, inaugure una nueva etapa. Una etapa en la que, por supuesto, la insaciable Angela Merkel tuviera que ceder en sus posiciones maximalistas, gracias a la presión tanto externa como interna.
Sería una paradoja, en todo caso, que el impulso del socialismo francés ayudara a sacar las castañas del fuego al agobiado Rajoy, quien a día de hoy solo recibe aplausos europeos cuanto más ajusta el cinturón a los españoles.