Francois Bayrou, líder del partido de centro MoDem, en un colegio electoral el pasado domingo. :: REUTERS
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Hollande y Sarkozy viajan al centro

Buscan seducir a los 3,2 millones de votantes del democristiano Bayrou para conquistar el Elíseo

PARÍS. Actualizado: Guardar
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No solo del elector ultra vive pendiente el postulante a la presidencia de Francia. El votante centrista es una pieza fundamental en la arquitectura de las ambiciones presidenciales. Conscientes de la importancia táctica del objetivo, los dos finalistas de la cita crucial con las urnas del 6 de mayo han emprendido por separado su particular viaje al centro. El conservador Nicolas Sarkozy y el socialista François Hollande se han carteado con el democristiano François Bayrou para convencerle de que aporte el caudal de sus 3,2 millones de sufragios a sus respectivos molinos.

La aritmética electoral enseña que la conquista del Elíseo resulta imposible sin buena parte del 9,13% de los votos cosechados por Bayrou en la primera vuelta de hace una semana. Según los últimos sondeos, este capital electoral se trasvasará prácticamente a partes iguales a Hollande (28,63%) y a Sarkozy (27,18%) en la segunda vuelta.

En teoría se trata de un electorado más bien conservador, inclinado a votar a la derecha por su predominante dimensión cristiana. Un estudio indica que el 47% de los católicos practicantes votó por Sarkozy el pasado domingo mientras que únicamente el 14% lo hizo por Hollande. Con un 17%, Bayrou duplicó en ese sector social su respaldo. Por eso no es de extrañar la insistencia del candidato conservador en destacar en el programa de su rival socialista aspectos como el matrimonio homosexual o la eutanasia a los que es alérgica la corriente democristiana.

El presidente del MoDem centrista escribió esta semana a los dos finalistas para ejecutar una danza del vientre con seis velos: la restauración de las cuentas públicas, la salvaguardia del modelo social, la escuela, la necesidad de producir en Francia, la moralización de la política y Europa. Los guiños seductores de los interpelados no se han hecho esperar.

La respuesta de Sarkozy, de siete folios, recuerda al cortejado su compromiso de alcanzar el equilibrio presupuestario en 2016, un año antes que Hollande. Ese retraso representa «un aumento de 35.000 millones de euros de la deuda pública», escribe. Además reafirma su voluntad de inscribir en la Constitución la regla de disciplina presupuestaria, a lo que se niega su adversario socialista, y la predisposición a convocar un referéndum a tal efecto si fuera necesario.

El presidente-candidato tampoco descarta la vía del plebiscito para introducir medidas de moralización de la vida pública. Cita su voluntad de reducir el número de parlamentarios y de prohibir la acumulación de una función ministerial con un mandato ejecutivo local. Por ejemplo, ser ministro y alcalde o diputado provincial a la vez, algo muy frecuente en Francia. También se muestra abierto a introducir una dosis de proporcionalidad en las elecciones legislativas, añeja reivindicación centrista.

«Seriedad presupuestaria»

La contestación de Hollande, de dos páginas, insiste en «la seriedad presupuestaria» de su programa y promete que pondrá todo de su parte para «relanzar nuestra industria y permitir producir en Francia». Además expone sus compromisos de «separación de las actividades bancarias (depósitos e inversiones), prohibición de productos especulativos, movilización del ahorro hacia las empresas y creación de un banco público de inversión».

El presidenciable socialista repite su idea de una profunda reforma fiscal con el objetivo de «restablecer la equidad entre ciudadanos y devolver al Estado los recursos de los que está privado en beneficio de intereses particulares». También defiende la creación de 60.000 puestos de trabajo en la educación pública, que representaría un aumento anual del 1% en el gasto público sin que el número total de funcionarios se incremente en el quinquenio, una ecuación que se antoja improbable.

Bayrou ha prometido un pronunciamiento el próximo jueves, al día siguiente del debate televisivo entre los dos finalistas. Pero no es seguro que pida el voto para alguno por su tendencia a mostrarse salomónico. O jesuítico.