Mutis. El presidente intenta esquivar a la prensa en los pasillos del Senado. :: EFE
ESPAÑA

LOS TIEMPOS DEL PRESIDENTE

Rajoy mide sus silencios, incluso en el Congreso, para evitar «quemarse» tras aprobar medidas de ajuste contrarias al programa electoral del PP

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José Luis Rodríguez Zapatero, con gesto serio, se subió a la tribuna del Congreso el 12 de mayo de 2010 para comunicar a los ciudadanos que iba a hacer lo que había dicho que nunca iba a hacer: congelación las pensiones y bajada del 5% del sueldo de los funcionarios. Era su un plan para ahorrar 10.500 millones de euros. Fue el mayor revés sufrido hasta entonces por el Estado del Bienestar en nuestro país. Y también el principio del fin del 'zapaterismo'.

Mariano Rajoy, en los tres meses y medio que lleva en la Moncloa, ha subido el IRPF; ha aprobado una profunda reforma laboral que, entre otras novedades, abarata el despido; ha dado luz verde a los Presupuestos del Estado más restrictivos de la democracia; ha asestado un tijeretazo de 10.000 millones de euros en Educación y Sanidad; y, hace apenas 48 horas, ha realizado dos anuncios indigestos para el argumentario popular: un plan para acercar presos de ETA al País Vasco, y la subida del IVA y otros impuestos al consumo.

Todo sea por cumplir el «irrenunciable» objetivo de reducir los números rojos del Estado del 8,6% actual hasta el 3% del PIB el próximo año y, sobre todo, para alejar «el fantasma de la intervención» económica por parte de la Unión Europea, según reconocen fuentes del Ejecutivo.

Este paquete de severas medidas de ahorro supone, en síntesis, una enmienda a la totalidad al programa electoral con el que Mariano Rajoy ganó las elecciones generales. Pese a la gravedad de la situación, el presidente del Gobierno ha delegado en sus ministros la explicación de unas iniciativas que, a excepción de la reforma laboral, criticó con extrema dureza cuando estuvo en la oposición al entender, por ejemplo, que en tiempos de crisis no se podía incrementar la presión impositiva. También ha sobrepasado las líneas rojas de los terrenos del ajuste que el propio Rajoy trazó durante la campaña electoral, cuando aseguró una semana antes de los comicios que «metería la tijera en todo» menos en Educación, Sanidad y pensiones.

¿Por qué entonces no explicar en primera persona los motivos que han propiciado este radical cambio de rumbo?

Rajoy administra sus tiempos dentro de una estrategia inspirada en la experiencia adquirida en crisis pasadas y que se rige por una premisa clave: evitar quemarse a las primeras de cambio. Desde el Gobierno subrayan que el presidente cuenta con dos bazas a su favor: una mayoría absoluta, que le otorga seguridad política, y el férreo convencimiento de que su plan devolverá a España a la senda del crecimiento económico y la creación de empleo al final de esta legislatura o principios de la próxima.

Una estrecha colaboradora del jefe del Ejecutivo recuerda con ironía que a Zapatero se le echó en cara el error de haber anulado a sus ministros al asumir en persona toda la responsabilidad de su ajuste. «Si el baremo es que Rajoy debe explicar todas las medidas excepcionales del Gobierno, lo cierto es que sobrarían la vicepresidenta y los ministros porque todas son medidas excepcionales ante la excepcional situación que padece España», explica.

La vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, sostiene la tesis antagónica. «No es que sea un presidente que no da la cara, es que es un político que no da la cara», se queja. José Luis Centella, portavoz adjunto de Izquierda Unida, se suma a esta teoría. «Le fue bien -expone- guardar silencio antes de las elecciones y piensa que esta táctica volverá a darle resultado, pero los ciudadanos ya le han dicho en Andalucía y Asturias que no cuela».

Alfonso Alonso, portavoz del grupo parlamentario popular, califica de «infundadas» estas críticas y defiende que el Gobierno habla con sus acciones y «da la cara contra la crisis, que es lo que necesitan los españoles». «Hemos tenido gobiernos de charlatanes que no hacían nada, ahora tenemos un Gobierno serio que trabaja y da explicaciones», defiende. Sin embargo, el Grupo Popular ha vetado dos peticiones de grupos de la oposición para que el presidente compareciera en el Congreso para dar cuenta de sus recortes. Los silencios de Rajoy no sólo enervan a la oposición, sino que generan cierta ansiedad en algunos miembros de su equipo. Lo cierto es que, con las estadísticas en la mano, no se puede concluir que Rajoy se haya refugiado en el mutismo, aunque lo parezca. Ha ofrecido 16 conferencias de prensa en tres meses y medio, aunque nunca en solitario.

En todas las convocatorias ha estado acompañado por un jefe de Estado o de Gobierno de otro país, lo que conlleva una metodología especial en la que se tasa el número máximo de preguntas. La otra característica que marca este tipo de convocatorias es que solo cuatro se han producido en España. El resto, en países de Europa, África, Asia y América. Rajoy, además, ha mantenido en este periodo diversos encuentros informales con los medios de comunicación. Eso sí, no ha explicado nada en sede parlamentaria.

Medias impopulares

Es más, en una cámara legislativa como es el Senado protagonizó el 10 de abril una espantada memorable, cuando salió por el garaje tras haber permanecido varios minutos quieto y mudo ante una nube de reporteros que pedían sus valoraciones de los recortes en Sanidad y Educación. El presidente ha elegido el extranjero para realizar someros análisis de los ajustes que sus ministros habían hecho públicos uno o dos día antes. Un hecho que, a juicio de sus colaboradores, refrenda otra de las máximas del presidente: «Todo conviene pensarlo 48 horas».

Estas mismas fuentes achacan los reproches a la austeridad dialéctica de Rajoy a una «maniobra política para intentar quemarlo». Advierten de que no dará resultado porque el presidente «ni se va asustar ni va a cambiar el paso». Resaltan su experiencia en situaciones de crisis -no hay que olvidar su pertinaz silencio durante el escándalo del caso Gürtel- y rebaten que corra peligro el respaldo que recibió en las urnas. «El Gobierno está adoptando medidas impopulares, por lo tanto, no puede ser popular», comentan.

No obstante, señalan que el PSOE está hoy mucho peor que en PP, según las encuestas. Una circunstancia que comparan con 1996, cuando los socialistas remontaron en los sondeos a los pocos meses de iniciar su mandato José María Aznar que, pese a ello, ganó por mayoría absoluta cuatro años más tarde.