Veintiséis años
Actualizado: GuardarVeintiséis presentaciones, veintiséis tangos, veintiséis cuplés, veintiséis estribillos, veintiséis popurrís y, en definitiva, veintiséis coros han hecho falta para escribir mi primer artículo en un periódico de relevancia. Veintiséis años de mi vida carnavalesca para que alguien mire por un momento hacia un rincón y me vea. Que mal tiene que estar la cosa para que mi nombre haya salido de los labios de alguien para pronunciarlo. Ese alguien, por cierto con muchos arrestos, seguro que no me conoce bien. Si supiera que soy un carnavalero atípico y que lo único que me gusta del carnaval es su creatividad, de seguro que sus labios hubiesen articulado otro. Pero bueno dijo el mío y. aquí estoy, esperando no defraudar a unos lectores que afortunadamente aún utilizan sus manos para pasar una página y que todavía se ilusionan al manchar sus dedos con tinta de verdad.
Cada jueves estaré aquí, si me dejan claro, para expresar lo que siento, pienso y veo de nuestra fiesta grande, que por otro lado os diré de antemano que está trasnochada, comercializada y vacía de contenido. Intentaré dar una visión muy particular sin temor a la inspección y valoración lingüística o literaria o. como se diga, de tantos eruditos, entendidos, maestros y sabios de nuestro carnaval. Espero que mi humilde, pero no pobre opinión, os sirva al menos para anestesiar un poco todo lo que está cayendo y os invite semana a semana a leer esta columna sin ninguna otra pretensión. Eso sí, una columna hecha de palabras que serán libres y directas, y que ojalá sirvan para abrir un camino donde muy pocos periodistas, de los de verdad me refiero, se atreven a iniciar para hablar claro y sin tapujos de lo bueno y malo de este carnaval, probablemente para no ofender ni quedar mal con nadie. Unas palabras que saldrán de un corazón sin corona y que curiosamente siempre late en el lado izquierdo, aunque a muchos les fastidie.