MUNDO

El deslumbrante voto de los invisibles

Los olvidados de la democracia, desahuciados por la crisis, dominan el electorado de la ultra Le Pen

PARÍS. Actualizado: Guardar
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Son los olvidados de la democracia, los invisibles perdedores de la globalización, los desheredados del neoliberalismo. Los damnificados de la crisis, hijos del agobio y la desesperación, forman los contingentes del masivo voto ultraderechista en Francia. Marine Le Pen ha ratificado en la primera vuelta de las presidenciales la condición del Frente Nacional (FN) como primer partido obrero del país. La novedad respecto a la formación heredada de su padre, marcial y viril a la imagen posfascista de Jean-Marie Le Pen, es que también vota por ella el proletariado femenino, simbolizado por las cajeras de supermercado.

Con casi seis millones y medio de papeletas depositadas el domingo en las urnas (17,90% del voto emitido), el electorado lepenista ha dejado de ser un accidente anecdótico en la vida política francesa para consagrarse como un factor estructural con presencia en todo el territorio y vocación de perdurar. «El voto FN es muy duradero pues quienes lo ejercen se sienten olvidados en el plano económico y juzgan ineficaces a los dirigentes políticos tanto de derecha como de izquierda», señala François Miquet-Marty, autor del libro 'Los olvidados de la democracia', a quienes Marine Le Pen ha denominado en su campaña «los invisibles».

Un estudio realizado por la empresa Ipsos del 19 al 21 de abril, con una muestra de 3.152 personas, constata que el FN en su versión azul marina atrae el 30% de los votos de los obreros, el 28% de los artesanos, comerciantes y pequeños empresarios y el 24% de los empleados. Otros trabajos, de menor campo, elevan hasta el 35% el porcentaje en la categoría de obreros.

Sea como fuere, el eco ultra en la clase trabajadora triplica el atribuido a Jean-Luc Mélenchon, candidato de la izquierda radical, que se contenta con el 12%. Entre quienes disponen de una renta por hogar inferior a 1.200 euros mensuales, Marine Le Pen cosecha el 21% de los votos frente a solo un 13% para el representante del Frente de Izquierda.

«Los obreros cualificados, primeras víctimas de la crisis, tienen un enorme resentimiento hacia Nicolas Sarkozy y muchos de ellos han votado al FN», observa la politóloga Nonna Mayer, quien subraya el auge registrado entre «las mujeres empleadas, las proletarias del sector servicios, cuyo prototipo es la cajera de supermercado». La autora de la obra 'Sociología de los comportamientos políticos' explica en el diario Libération que los electores frentistas quieren «ser protegidos contra los flujos migratorios, la competencia, la globalización y un mundo que juzgan inquietante».

A juicio del politólogo Pascal Perrineau, la amplitud de la crisis por la que atraviesa Francia desde 2008 ha traído al primer plano «a esta fuerza política que es el portavoz de numerosas dificultades e inquietudes vehiculadas por quienes se sienten los perdedores de la mundialización». «Solo las profesiones liberales y los cuadros (10%) y los ciudadanos dotados de un alto nivel de estudios (11%) resisten a la tentación lepenista», diagnostica este profesor de Ciencias Políticas en París.

Voto de castigo

Pierre Bréchon, su colega de la universidad de Grenoble, constata también en las páginas de Le Figaro que Sarkozy únicamente ha recuperado el 7% del electorado de Jean-Marie Le Pen en 2002. «El alto nivel del FN se explica por un contexto de voto de castigo al presidente saliente» y los resultados por provincias «muestran que las tierras de fuertes pérdidas sarkozystas son aquellas en las que Marine Le Pen realiza sus mejores progresiones».

El otro fenómeno significativo es la generalización del voto frentista a todo el país, incluidas las zonas rurales en las que se han instalado los empleados y obreros sin medios de seguir habitando en el centro de las ciudades a causa de la especulación inmobiliaria. «Hay lógicas de fractura entre las grandes metrópolis y las zonas periféricas urbanas, los ganadores contra los perdedores de la mundialización», analiza en Le Monde el geógrafo Christophe Guilly al abordar el cierre de servicios públicos en los pueblos y las comarcas desindustrializadas.

El paradigma de ese divorcio geoelectoral, fomentador del discurso lepenista del pueblo contra las élites, es París, donde el FN se ha contentado con el 6,20% de las papeletas, tres veces menos que a escala nacional. La capital francesa, feudo de la izquierda aburguesada, es el paraíso de los progres y los funcionarios, las castas dirigentes y las clases medias acomodadas, categorías a las que Marine Le Pen ha dirigido sus dardos envenenados en busca del voto popular.