Superventas. Leonard Cohen ha alcanzado el número uno en ventas a sus 77 años. :: LA VOZ
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LAS ARRUGAS EN EL ROCK SUENAN BIEN

La industria de la música favorece y optimiza el regreso de clásicos de su catálogo que venden sin necesidad de promociónEl nº 1 de Leonard Cohen a los 77 años confirma que corren buenos tiempos para los músicos de la tercera edad

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Old farts' (pedos viejos). Con este apodo tan poco eufemístico se ha referido siempre la ácida y veleidosa prensa musical británica a los viejos y anquilosados roqueros que viven más del recuerdo de su pasado que de su presente. Pero desde hace unos años el término está en desuso. La sensibilidad, los tiempos y el mercado han ido cambiando, al tiempo que ganaba cuota el nicho de público que consume pop adulto y valora a los artista clásicos que, con sabia perspectiva y mirada propia, han mantenido o incluso revitalizado con coherencia sus carreras.

El hecho de que a los 77 años Leonard Cohen haya sido por primera vez número 1 en una docena de países (España entre ellos) con su aclamadísimo último disco 'Old Ideas' es sólo la evidencia última de esa tendencia, que confirma que hay gancho comercial y crítico para el rock de la tercera edad.

Y es que, en contra del tópico juvenil, el pop no está dominado por los jóvenes. En plena recesión sectorial, cifrada en un 10% este año en cuanto a facturación, quienes más dinero mueven en grabaciones y actuaciones, y más consumen son personas que frisan los 50 años, la edad del poder y el segmento consumidor de música popular que más crece, según lo atestigua un informe creciente de la RIAA (Recording Industry Asociación of America). Y dado que, por el propio paso del tiempo, a cada vez más grupos y artistas se les atribuye la condición de clásicos, no parece que esa dinámica vaya a remitir.

«Creo que lo que ha pasado con un gran artista como Cohen es fantástico», comentaba a su paso por Bilbao John Cale, fundador de The Velvet Underground. Este clásico del art rock, que ha logrado a sus 70 años un gran eco crítico con sus últimos discos, como el influenciado por el hip hop o el R&B 'Black Acetate', o con sus nuevas incursiones en el pop abrasivo al amparo de Domino, el sello de pujantes grupos independientes como Arctic Monkeys o Franz Ferdinand. «El rock es una actitud mental que, como el arte, no tiene que ver con la edad. Yo valoro tanto lo que hace gente muy joven como artistas de mi generación. Lo que importa es ofrecer cosas que motiven y emocionen a la gente y últimamente hay bastantes veteranos que siguen haciéndolo» QUIEN LO DICE.

La coyuntura parece propicia para los músicos de piel arrugada que emulan a su manera a Goethe, que escribió su obra cumbre 'Fausto' ya octogenario. Un somero repaso al panorama del pop reciente confirma un abundante número de obras firmadas por artistas ya en edad de jubilación y que han tenido un considerable impacto en las listas de ventas y las columnas de los críticos. Tom Waits, por ejemplo, concitó todos los parabienes posibles con su última entrega independiente 'Bad as me'. Las canciones de Dylan también han vuelto a lo alto de las listas americanas versioneadas en el multitudinario disco cuádruple 'Chimes of Freedom', presentado por la interpretación que de su 'Forever Young' hace Pete Seeger, que a sus 93 años aún permanece en la brecha del activismo folk.

69 años tiene un desheredado del blues como Seasick Steve, que llegó a tocar en la calle por unas monedas y volvió a recibir todo tipo de flores con 'You can't teach an old dogs new tricks', álbum grabado con su guitarra de tres cuerdas que presentó en grandes festivales europeos como el Bilbao Live, donde congenió con los Black Crowes. Al propio Seeger le homenajeó en un disco el algo más joven Bruce Springsteen (62 septiembres), que ha vuelto a ser superventas con su último álbum 'Wrecking Ball', base de su gira masiva ya en marcha. Mick Jagger (68 años) lanzó el año pasado lo mejor de su irrelevante carrera solista amparado en el grupo Superheavy. Superando su mala salud de hierro y diatribas existenciales, Neil Young (66) sorprendió haciendo folk metal en su última entrega, 'Le Noise'; Lou Reed (70) copó el centro de la atención mediática con su vilipendiada simbiosis con Metallica en 'Lulu', y Paul McCartney (69) ha llegado al número 3 británico revisitando con colegas como Clapton y Steve Wonder clásicos del cancionero americano en su nuevo disco 'Kisses on the Bottom'.

Y luego están mitos que salen revitalizados con la ayuda de reputados admiradores metidos a productores. El ejemplo del difunto Johnnie Cash con Rick Rubin ha cundido en astros como Dr. John con Dan Auerbach (Black Keys) en su brillante nuevo álbum 'Locked Down'; Tom Jones con Ethan Jones en sus souleros últimos discos 'Praise & Blame' y el inminente 'Spirit in the Room'; Allen Toussant con Joe Henry o la venerable Mavis Staples como Jeff Tweedy (Wilco).

Músicas sin edad

Que músicos muy por encima de los sesenta quieran perpetuarse provoca emociones encontradas. Por una parte, la industria favorece y optimiza el regreso de clásicos de su catálogo que venden sin necesidad de promoción. También funciona el factor 'nostálgico-sentimental' de quienes creen que nunca habrá tantos y tan buenos grupos como en los 60, los 70 y ahora incluso los 80. Por otra parte, los continuos revivals propician que las nuevas generaciones se pirren por ver a los clásicos en carne y hueso.

Frente a ellos están los que consideran que el continuismo complaciente de no pocos clásicos supone la degeneración máxima del rock. Y entre ambas posturas se encuentran los que, mentando a viejas fieras de la estirpe de Iggy Pop, defienden y demandan el derecho a vivir una tercera edad rockera.

Géneros con raíces profundas como el jazz, el blues, el country o las músicas del mundo están plagados de provectos artistas de la tercera edad. El pianista Eubie Blake actuaba con la centena ya cumplida. Y lo propio siguen haciendo los ya nonagerarios Clark Terry y Toots Thielemans, el pianista Randy Weston (86) o la también octogenaria trinidad de saxofonitas estelares del bop y free jazz que forman Lee Konitz, Sonny Rollins y Ornette Coleman. Los dos últimos incluso desbordaron el año pasado los parabienes críticos con su encuentro en el álbum 'Roadshows'.

A sus 87 años, BB King sigue asegurando que tocará blues hasta el fin de sus días y en junio del año pasado tuvo incluso un gran protagonismo en el masivo macrofestival británico Glastonbury. Y el magnífico concierto que acto seguido ofreció en el Royal Albert Hall de Londres con gente como el Stone Ronnie Wood, Mick Hucknall (Simply Red) y el 'guitar hero' Slash acaba de ver la luz en formato CD y DVD. La misma edad tiene el pequeño y gran crooner franco-armenio Charles Aznavour, que sigue en activo desmintiendo incluso con humor rumores sobre su presunta muerte.

El mítico, referencial y entrañable Paddy Moloney (72) también sigue trascendiendo fronteras folkies con sus Cheiftans. Artistas fundacionales de la música cubana como Compay Segundo o Rubén González actuaron por encima de los 90, y el año pasado el grupo jamaicano The Jolly Boys (unos 80 de media) causó sensación en EE UU y Reino Unido con 'Great Expectations', un álbum con versiones de Stranglers, Johnny Cash, New Order o Amy Winehouse.

Al británico Nick Lowe (62), un insigne veterano de la new wave que al borde los sesenta sintonizó con un «nuevo publico intergeneracional» con discos como 'The Convincer' o su reciente 'The old Magic', le molestaba que esta realidad no fuera trasladable al pop, tal y como comentaba en vísperas de presentarse en diciembre en Bilbao. «A principios de los 80, veía que en otros estilos musicales se podía envejecer con relevancia creativa y me preguntaba por qué no pasaba eso en el pop. Miraba con envidia a gente madura como Dylan, Randy Newman o Paul Simon y pensaba que debía haber una vía para llegar a la madurez musical así, sin renunciar a mis raíces rock y pop. Entonces vi que tendría que buscar la manera de mejorar las viejas fórmulas si no quería verme obligado a recordar para siempre los viejos tiempos para gente de mi quinta. Cuando empecé a buscar otra forma de hacer música perdí seguidores que querían revivir su juventud a través de mí, pero gané otros muchos», explicaba.

Miguel Ríos y sus cachorros

Una visión confluyente tiene al borde de los 70 años el patriarca del rock español, Miguel Ríos, que antes de retirarse del directo supo sintonizar con cachorros como Pereza, Amaral, Carlos Tarque o sus colaboradores Carlos Raya, Lapido o Quique González. «Por un complejo adolescente absurdo que fomentó la industria, hasta no hace mucho pensábamos que la música tenía una fecha de caducidad. Pero el rock va cumpliendo décadas, los músicos no se murieron jóvenes y han seguido trabajando hasta hoy. Lo importante es no ser peor de lo que se era. Que el recuerdo no te supere», asegura el granadino.

En todo caso, el recuerdo en forma de nostalgia rentabilizada se ha convertido en una de las fuerzas motrices de la industria musical, que sigue alargando la sombra de sus clásicos exprimiendo su legado grabado o propiciando su regreso a los escenarios superando viejos recelos e intereses encontrados. Entrado ya en los 60, Brian Wilson, el genio de los Beach Boys, ha venido alimentando su aura de visionario orfebre pop reconstruyendo junto a Van Dyke Parks su inacabada obra maestra de los sesenta 'Smile' o reinterpretando en clave easy listening a los hermanos Gerswhin. Pero coincidiendo con el 50 aniversario de su fraternal banda, no ha podido sustraerse a una reunión de los miembros originales vivos (Mike Love, Al Jardine, Bruce Johnston, y David Marks) para un macrotour mundial, que desafiando achaques y resquemores (70 abriles promedian) arrancará el mes que viene en Nueva Orleans. La resurrección, escenificada en febrero en la gala de los Grammy, será refrendada con un, a estas alturas innecesario, nuevo disco de estudio («a medio hacer», Wilson dixit) con reminiscencias de sus obras cumbres.

En esta tesitura y viendo el gran negocio que desde finales del siglo pasado han supuesto las giras de regreso de dinosaurios del rock, y por la propia dinámica cíclica y retroactiva de la música popular, parece que en el nuevo milenio seguirá habiendo 'old farts' para rato.