CÁDIZ, VISTA DESDE UN TREN
El proyecto Al Andalus ayuda a examinar el potencial turístico de la ciudad y la provincia con conclusiones dispares
Actualizado: GuardarEra una semana tan apropiada para escapar de la realidad de cualquier ciudad española como las 500 últimas. Un tren turístico que se ofrece como paraíso de lujo y distinción ofrecía un viaje experimental para unos 30 periodistas. El objetivo era dar a conocer una idea que funcionó entre 1985 y 2004 en Andalucía y quebró. En el Norte, con la dirección en Euskadi, entre San Sebastián y Santiago, una ruta similar, con precios y oferta parecidos, funciona desde hace 25 años con gran éxito. Aquí, el triunfo fue temporal y, el fracaso, inevitable. Llevaba ocho años en vía muerta antes de volver a tirar millas. Ahora resucita y, en cierto modo, se ofrece como servicio público. Esa condición es muy discutible pero es real en una minúscula parte. El tren Al Andalus es un producto dirigido a turistas de alto poder adquisitivo y, mayoritariamente, extranjeros. Consiste en ofrecer seis días para que alguien descubra Andalucía. Para conseguirlo, decía Perogrullo, debe desconocerla y para eso conviene vivir lejos de España. Para los españoles, la revelación es discutible, aunque posible. Se trata de una expedición en suites compactas y en salones (vagones) a la altura de la imaginación, sacados de una historia de Hércules Poirot. Recorre las ciudades monumentales: Sevilla, Córdoba, Granada, Baeza, Úbeda y Ronda, más Cádiz, Sanlúcar y Jerez. Los vagones se presentan sin la temible recarga estética y con un servicio a la altura en todos los detalles imaginables. La pizca de servicio público viene en que se trata de que los pudientes que descubran Andalucía regresen, ya con más pausa. Es decir, funciona como un crucero en tierra, como un aperitivo destinado a presentar nueve ciudades en seis días para que los afortunados catadores queden con ganas de saciarse de alguna en el futuro. Esa función es testimonial, porque sólo puede acoger a 64 personas y cada día llegan a Cádiz barcos que multiplican por cien ese impacto. Pero proporcionalmente, es un reflejo tan válido como cualquier otro.
Ese último apartado, el de aportar algo a la imagen turística de cada escala, es el único de repercusión colectiva que el tren Al Andalus puede ofrecer. A la hora de analizar la influencia que tendrá, llega la pregunta inevitable: ¿qué papel juega Cádiz en cualquier ruta que pretende ser un compendio, o radiografía, del turismo cultural en Andalucía?
La respuesta es difícil para los que viven en la capital o la provincia porque el orgullo local, las dificultades cotidianas, los complejos y los pesimismos impiden tener una visión clara. Mejor preguntar a los que viajaban en el tren, casi todos periodistas especializados en dar contenido a páginas web, revistas convencionales o suplementos dedicados al turismo, en España, Europa y Suramérica, gente viajadísima por obligación y devoción que pasa la mitad de su vida tirando de una maleta, como la jueza Mercedes Alaya.
Cuando el tren se dirigía a Cádiz, las preguntas se multiplicaban. Las contestaciones, resumidas todas, vienen a realizar un boceto que resulta difícil apreciar desde dentro y que se ve claro desde fuera. En un resumen precipitado, sorprende que la inmensa mayoría de los especialistas haya estado decenas de veces en la provincia (con comentarios al detalle sobre restaurantes de Zahara de los Atunes, hoteles de Chiclana, playas de Tarifa o tabernas de Sanlúcar) pero casi todos se confiesan como grandes desconocedores de la capital gaditana. Es decir, según Al Andalus, la provincia es una potencia turística de primer orden y, la capital, de Segunda B. Eso sí, la marca crece, las ganas de conocerla son muchas pero nadie parece haber encontrado hueco ni ocasión, ni siquiera en un año del Bicentenario del que todos dicen haber oído hablar de forma anárquica, desperdigada. Cádiz, como ciudad, es un enano junto a moles como Sevilla, Córdoba y Granada. Quizás no tenga sus cifras, sus características ni atractivos. De hecho, todo el atractivo gaditano está asociado a la naturaleza y su manipulación. Cuando los gaditanos jugaban a preguntar qué conoces de Cádiz, no aparecían catedrales, monumentos, mezquitas ni palacios (como en las tres grandes). Todo lo que se escuchaba era mar, playa, atardeceres, vino, paseos, paisajes, caballos y deportes ligados a orillas y olas. Ni una mención a ningún tesoro cultural, que los hay, pero no deben sonar lo suficientemente lejos. Esa es nuestra radiografía turística a 2012, tan llena de dudas como de potencial, de halagos como de desconocimiento, con todo el mundo por delante y todo el tiempo perdido. Así se nos ve desde el tren. Puede que nada de lo que nos cuentan nos sorprenda pero conviene saber que todo sigue vigente.