Vicente Escortell, profesor del programa de interculturalidad, con cuatro de sus alumnas. :: L.R.
EL PUERTO

De Rusia a Marruecos en un aula de La Arboleda

El centro de educación de adultos roza los quince años de trabajo con inmigrantes que necesitan integrarse en la sociedad portuense

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A sus 41 años, Fátima ha comenzado a ir a la escuela. Nunca tuvo la oportunidad de hacerlo en su país natal. Habla español con cierta inseguridad, aún no ha alcanzado nivel suficiente. «Ahora me voy a Marruecos dos semanas. Verás cuando llegue, se me habrá olvidado todo». Poco podía imaginar esta mujer de fácil sonrisa cuando vivía en Fez que terminaría sentándose en un pupitre del centro de educación permanente La Arboleda Perdida, en El Puerto.

Fada, compañera y compatriota, pertenece a otra generación. Tiene 24 años y se ha criado en Casablanca. Esta tarde toca la lección del cuerpo humano, la penúltima antes de la que aborda las profesiones. En la clase, dos mujeres más, de 56 y 28 años, con la tez más pálida y los ojos claros. Elena y Ecatherina son rusas, nacidas en Belgorod y Ufa. Quedan muchas bancas libres, pero ellas cuatro se bastan para irradiar entusiasmo a toda el aula. Su primer objetivo, aprender el idioma -básico para encontrar trabajo- casi lo tienen en el bolsillo.

«Son diecinueve alumnos en total, pero algunos van y vienen, porque se van una temporada a sus países a visitar a sus familias o porque les sale trabajo. Así es difícil seguir una programación, porque hay que adaptarse continuamente al nivel de cada uno». Vicente Escortell, el profesor, ha tenido delante a etíopes, lituanos, mauritanos, ucranianos... El docente precisa que este curso también ha habido bajas entre el alumnado porque varios han pasado ya a la formación básica de primaria, al curso semipresencial de secundaria o a los módulos de informática. Estas son las vías que la consejería de Educación de la Junta de Andalucía abre a los extranjeros, fundamentalmente inmigrantes, que se matriculan en La Arboleda Perdida y en los centros similares que salpican toda la región. El programa de interculturalidad, integrado en el programa de educación permanente, está a punto de cumplir quince años. Un trabajo callado y de escaso aprecio social que no obstante repercute continuamente en la integración y la convivencia en la malla ciudadana.

Comenzar desde cero

Los alumnos pueden comenzar desde cero -aprender el alfabeto, a leer y escribir-, y llegar a obtener el título de bachillerato y realizar las pruebas de acceso a la universidad. Algo de lo que no termina de convencerse Fada a pesar de los ánimos de su profesor. «Tú puedes hacer lo que quieras y llegar hasta donde quieras». Ese camino ya lo recorrió Ecatherina en su país, donde estudió derecho. Ahora casi domina por completo el castellano y Vicente considera que ya está preparada para dar el salto a primaria ahora que ya sabe comunicarse con soltura en los distintos ámbitos de la vida diaria: entablar una conversación, hacer la compra, ir al médico, realizar trámites administrativos o comprender las costumbres y los hábitos de una sociedad que no era la suya, pero a la que ya pertenece. «Nos ha costado aprender a construir las frases y saber dónde colocar cada palabra. Además en ruso no tenemos determinantes». Algo que para los nativos de países árabes es más sencillo, según el profesor por la similitud con la estructura lingüística del español, aunque en su alfabeto solo hay tres vocales, la 'a', la 'o' y la 'u'.

El centro de adultos de El Puerto ha registrado este año alrededor de 1.200 matriculaciones. «Cuando se habla del centro de adultos la gente suele pensar que aquí solo vienen mujeres mayores a aprender a leer y escribir, cuando no es así». Las pruebas de acceso para los ciclos de grado medio y el plan de salud también forman parte de la oferta de educación permanente.