Democracia desvirtuada
Actualizado: GuardarDespués de cuatro décadas de dictadura, acogimos la democracia y sus libertades con gran entusiasmo y esperanza, pero, 34 años después de ese feliz acontecimiento, el balance solo es agridulce; y lo es porque nuestra democracia nunca ha sido completa ni real. Pronto nos fuimos dando cuenta de que, aunque con formas más sutiles y subrepticias, se iba imponiendo una nueva tiranía constituida por toda suerte de fuerzas dominantes que poco espacio dejaban a la soberanía popular.
Hoy la democracia se ha desvirtuado tanto que ya solo es un trámite. El pueblo no es soberano, aunque así lo proclame solemnemente la Constitución; el pueblo obedece, se resigna y calla. El poder real lo tienen los poderes económicos, los grandes partidos políticos, los organismos y corporaciones supranacionales y los poderes fácticos. Y ese poder, que en verdad nos gobierna, es el que legitima o permite la corrupción, el fraude fiscal, la aplicación injusta de impuestos, los recortes de derechos civiles y laborales, la decadencia del Estado del bienestar, el enriquecimiento de unos pocos a costa de la ruina de los demás, y los privilegios incomprensibles de la Iglesia Católica y de la Familia Real.