EL REFORMATORIO
Actualizado: GuardarEl agobiado presidente español ha dejado claro, entre tantas oscuridades, una cosa: que España piensa pagar sus deudas, cueste lo que cueste y pase lo que pase, que ya está pasando. La patria es más formal que la mayoría de los compatriotas y don Mariano Rajoy da notarialmente fe de que cumplirá. Lo prometido es deuda pública y Bruselas aprieta pero no afloja. Ya la señora Merkel se ha convertido en el señor del frac y nos persigue por todas las bocacalles bursátiles. Estamos acorralados, pero no queremos que echen a los corrales al toro de Iberia, así que habrá que pagarlas todas juntas o bien en incómodos plazos generacionales.
A cierta edad se da en caer en los fantasmas, por la sencilla sinrazón de que se han visto muchos. Si ir más lejos, el ex Zapatero fue algo fantasmón y no nos anunció el precipicio hasta que se le oyó gritar desde el fondo del barranco. El miedo a caernos quizás hubiese atenuado el batacazo, pero ya se sabe que el miedo suele ser peor que aquello que se teme. Ahora ya no debe haber equívocos entre nosotros: nos van a meter en el reformatorio, aunque haya más reformas, porque el fantasma se pisa las sábanas a cada paso. En lo que a mí respecta, me pilla en las circunstancias más desfavorables. Estoy en una clínica que ya es como mi casa, pero con las dos piernas aproximadamente quebradas. Con lo que me ha gustado, en tiempos, dar malos pasos, ahora no puedo dar ninguno sin la ayuda de alguien. Ha llegado lo que el poeta llamó «el arrabal de senectud», pero me resisto a darle la tabarra a quienes tengan la piedad o la costumbre de leerme.
Después del verano vendrá la reforma sanitaria. Y también vendrán más recortes, hasta que se acabe el papel moneda. Como suban el IVA no se libra nadie, salvo Urdangarin y otros ciudadanos ejemplares, pero habrá que seguir viviendo. El ajuste tiene que ser inexorable, pero pagarán ajustados por pecadores.