Froilán la arma
El nieto mayor del Rey seguirá unos días hospitalizado tras atravesarse el pie de un tiro fortuito. Manipulaba una escopeta de pequeño calibre junto a su padre en una finca de Soria. «Con 13 años no puede tocar ni un balín», advierten los expertos
Actualizado: GuardarEl 22 de mayo de 2004, con la catedral de La Almudena repleta de la pompa, boato y circunstancia de lo más granado de las monarquías europeas, Felipe Juan Froilán de Todos los Santos empezó a labrarse su fama de travieso. Mientras Letizia Ortiz estaba a punto de convertirse en Doña Letizia y el Príncipe de Asturias guardaba fielmente el protocolo haciendo una reverencia a su padre antes de dar el sí quiero, en la bancada de los pajes de honor Froilán iniciaba la 'revolución' infantil y dejaba para la posteridad la imagen más desenfadada y espontánea del enlace del siglo: sus saltitos, carrerillas y 'patada' a una prima lejana fueron tan sonados como el comentado y casto beso en la mejilla de los recién casados en la balconada del Palacio Real.
Ocho años después, a dos meses de cumplir 14, la fama de revoltoso de Froilán (Felipe o 'Pipe' lo llaman los más cercanos de la Familia Real) ha alcanzado su cima. Aunque el episodio no haya tenido esta vez ni pizca de gracia. El mayor de los ocho nietos de los Reyes respiraba aliviado ayer en su habitación de la clínica Quirón de Madrid, «comido y jugando ya con su móvil», como explicó su madre, la Infanta Elena, a la salida del hospital. Pero el disparo seco que hacia las cinco de la tarde del lunes resonó en el patio de la finca 'Garrejo' de los Marichalar, en Garray (Soria), ha dejado un eco que tardará tiempo en apagarse (amén de una sarta de bromas de mal gusto en las redes sociales). La polémica, y en la Casa Real llueve sobre empapado, está servida.
«Froilán, a sus 13 años, no podía ni tocar un balín». Es la gráfica frase de un responsable de Intervención de Armas de la Guardia Civil, el cuerpo encargado en España del control de licencias y armamento. La ley solo autoriza el uso de armas de fuego a partir de los 14 años, y ello tras un test psicotécnico, exámenes teóricos y prácticos y siempre bajo la supervisión de un adulto con el pertinente permiso de armas. Pero Felipe Juan Froilán incumplía el requisito más básico de la edad mínima. El accidente se produjo cuando el pequeño se hallaba realizando prácticas de tiro junto a su padre, Jaime de Marichalar, con una escopeta de cañones paralelos, dos gatillos y calibre 12/36. Froilán -quinto en la línea de sucesión al trono español- iba caminando y con el arma apuntando al suelo, como ordenan los cánones de seguridad. Aunque sin seguro... La escopeta se disparó accidentalmente apenas a unos centímetros del pie derecho, lo que impidió que los perdigones se dispersaran, lo que le hubiera causado lesiones más severas. El tiro le atravesó limpiamente el pie.
La noticia saltó de boca en boca entre los 500 habitantes de Garray en cuanto «bajó al pueblo una ambulancia y subieron luego los coches oficiales», explicó su alcaldesa, María José Jiménez. Los Marichalar acudieron primero al Hospital Santa Bárbara de Soria. Aunque para curarse en salud no dudaron luego en desplazarse a la clínica Quirón de Madrid, prestigioso centro médico privado.
El desván de Villa Giralda
«Si la ley se cumple estrictamente, Jaime de Marichalar tendrá que prestar declaración». Lo asegura el mismo guardia civil responsable de Intervención de Armas. Es el paso que siempre se da en casos como este: interrogar al padre o tutor presente en el momento de los hechos. El caso ya está judicializado. Los médicos del Santa Bárbara aplicaron estrictamente el protocolo que cita el agente: informar al juez de cualquier herido de arma blanca o de fuego. Y el juzgado de instrucción número 1 de Soria ha abierto ya diligencias por lo sucedido. A la espera de lo que decida el juez, los expertos han dictado sentencia. «Es una infracción clamorosa del Reglamento de Armas», aseguran en la Benemérita. «Bajo ningún concepto puede usar un arma un niño de menos de 14 años», apostillan desde la Real Federación Española de Caza. «Dejar un arma, por poco peligrosa que parezca, a un chaval adolescente que está en el cambio, que está hormonado, no es lo mejor... Para tener un arma hace falta un equilibrio, y un adolescente, en general, no sé este en particular, no lo tiene», afirma sin pelos en la lengua el psicólogo y ex Defensor del Menor de Madrid Javier Urra.
Los expertos de la Guardia Civil consideran que todo quedará en una «infracción administrativa», sin tinte alguno de delito al ser un accidente. Jaime de Marichalar podría ser multado con 'medio kilo': 601 euros por el «uso de armas sin licencia o autorización» y 3.000 por la insuficiencia de las precauciones obligatorias para garantizar la seguridad de las armas».
Su hermano Álvaro, tío de Froilán, quitó ayer hierro al asunto ante los micrófonos de ABC Punto Radio: «No es nada grave, se le escapó un tiro como se nos ha escapado cien veces a todos». Sin embargo, el disparo por el que Froilán pasará «unos días» en la clínica ha hecho reverberar otro eco: el de la funesta mala suerte de los Borbones con las armas de fuego. Un eco trágico. En el desván de Villa Giralda, la residencia de la Familia Real española durante el exilio en Estoril, aún resuena el sonido de un tiro: el que el Jueves Santo de 1956 segó la vida de Alfonso de Borbón a sus 14 años. Don Juan Carlos, que entonces contaba 18 años, jugaba con un revólver. Y la fatalidad quiso que la bala acabara alojada en la cabeza de su hermano pequeño, por el que nada se pudo hacer.
No es el primer accidente 'de fuego' entre los Borbones. Alfonso XII, 'el Pacificador', bisabuelo del Rey, ya supo lo que era llevar un brazo en cabestrillo tras lesionarse una mano por un accidente de caza en 1879. El entorno de Alfonso XIII, su descendiente, no se libró de la 'maldición'. El 14 de abril de 1931, con la Segunda República tomando España, la Familia Real huyó con uno de sus miembros en camilla: Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito del monarca y encamado tras una cacería. Al final fue la hemofilia la que venció al Príncipe de Asturias con solo 31 años. Peor suerte corrió la Princesa Juana, hija de Elías de Borbón, duque de Parma. Perdió la vida con solo 33 años en otro accidente de caza en La Toledana (Ciudad Real). Al final, cuando un disparo fortuito se cruza en el camino, da igual el color de la sangre.