Declaración en plena crisis
Actualizado: GuardarLa campaña del IRPF, que arrancó ayer, materializa el axioma democrático de que todos tenemos que sostener al Estado en la medida de nuestras posibilidades. Sin embargo, este año, en plena recesión, la sensación del contribuyente no es gozosa: quienes van a recibir una devolución, se han agolpado ya en las ventanillas porque la necesitan, y quienes no, tendrán que rascarse los bolsillos con un cierto sentimiento de frustración. Por añadidura, la campaña se abre poco después de que el Gobierno anunciase la amnistía fiscal, que premiará a los defraudadores con el blanqueo de sus capitales irregulares, al módico precio del 10% del principal, una tarifa que se podría calificar de simbólica. Estas medidas deterioran la conciencia fiscal colectiva del país y hacen muy difícil estimular la contribución de los ciudadanos a la tarea común. En un país como el nuestro en que el pícaro ha tenido extraordinario prestigio incluso literario, lo urgente es afianzar la ética pública y no arañar unos pobres recursos que, aunque aliviarán nuestra necesidad, tendrán un efecto devastador sobre la adhesión de la sociedad civil a la política.