Situación límite
Ni la UE ni los mercados deberían reclamar otra vuelta de tuerca tras los últimos ajustes
Actualizado: GuardarEl incremento de la prima de riesgo hasta los 390 puntos básicos, la pérdida de un 2% en el Ibex, hasta bajar a los 7.660 puntos, y el aumento en un 28% del interés requerido para la colocación por el Tesoro de tan solo 2.590 millones de euros en bonos mostró ayer que la inquietud que viven los mercados ante la situación del déficit español y de nuestra economía podría ir a más. La intervención también ayer del presidente del BCE, Mario Draghi, extendió la preocupación al conjunto de los socios periféricos. Todo ello confirma que las advertencias del presidente Rajoy sobre los riesgos que acechan a España son mucho más que un recurso argumental para generar un estado de opinión proclive a aceptar ajustes y reformas. El problema es que tanto las señales emitidas por los mercados como las indicaciones de mayor exigencia que acompañan a todo comentario sobre la «buena dirección» de las medidas que van adoptándose sitúan a nuestro país entre la espada de una mayor austeridad y la pared de una recesión que tenderá a agudizarse a causa de esa misma austeridad. Tal situación viene a darles en cierto modo la razón a quienes consideran que, de facto, la economía española está siendo ya intervenida. Porque resulta virtualmente imposible zafarse de un dilema que atenaza a las instituciones. Las reservas que suscita el cumplimiento del compromiso de déficit encarecen la deuda y la incrementan. La mínima desatención al respecto, con el propósito de impulsar iniciativas de estímulo, se convertiría en causa de una mayor turbulencia en los mercados. Y la falta de expectativas de crecimiento penaliza también el crédito de nuestra economía. Es como si España y el gobierno Rajoy no tuviesen otra escapatoria que contener la respiración mientras se adentran en tan críticos momentos. La imputación de las culpas a la herencia recibida puede servir si acaso de consuelo partidario, pero en ningún caso conmueve a una sociedad que dio por amortizada la etapa Zapatero mucho antes del 20 de noviembre. Porque si el mensaje que ayer quiso transmitir Draghi es que los recortes y la reformas en marcha no son suficientes para España, resulta muy difícil pensar en otra vuelta de tuerca que no provoque una indignación social muy superior a la reflejada el 29 de marzo.