Bienvenido, abril
Actualizado: GuardarA bril el cruel llega avasallándonos de juventud, y en su verde divisa nos escribe el recado de la primavera. Algo así como un canto a la juventud, tan descarado que, a quienes ya contamos los años por otoños más que por primaveras, nos hace recordar vivamente las propias insolencias pretéritas. Y cómo nos duelen su desparpajo y su lozanía. La belleza, en ocasiones, tiene un filo de herida. Es una luz demasiado fulgurante, un perfume demasiado intenso: nos ilumina y nos embriaga, pero nos ciega y nos atufa al mismo tiempo.
Pero, concedidas la desmesura y la crueldad, ¿quién no se rinde ante abril, ante las flores primeras y los brotes apretados que trae en sus manos de adolescente? En muchas culturas agrarias, sabiamente adaptadas a los ciclos vegetales, este mes -del latín 'aperire': 'abrir'- inaugura el año. Su símbolo zodiacal, el carnero -Aries-, habla de deseo, ímpetu, vigor y fecundidad. La naturaleza eclosiona; la tierra despierta del letargo y resucita -prodigio desapercibido por habitual- para recomenzar su círculo, de nuevo feraz y rejuvenecida. Y, aunque el ser humano se sabe perdiendo en cada mes de abril lo que la tierra le va ganando, no puede sino dejarse arrastrar por la ilusión... ¿Recuerdan aquel «olmo viejo hendido por el rayo» de Machado, su «rama verdecida» por el milagro de la primavera? Pues cabalmente eso.
Por ello considero que a cualquier proyecto -sea un amor, un libro, un viaje, un negocio...- que precise de adjetivos como «quimérico», «optimista», «atrevido», le cuadra comenzar en abril, bajo su verde amparo de rebeldía y de idealismo. Y aunque la sensatez me intente atosigar desde el espejo, voy a dejarme llevar otro año más por la ilusoria vitalidad del cruel abril. Quizás me llamen loca.