Reflexión sobre la política
Actualizado: GuardarHoy es un día abocado a la reflexión social y política. Tras el celebrado inicio de la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812 hemos cumplido con la llamada a las urnas hace cuatro días y hoy nos encontramos en la encrucijada de la convocatoria de una huelga general. Son tres acontecimientos de gran calado social y con un innegable cariz político que nos ponen en disposición de profundizar en nuestra reflexión sobre la ciudadanía y la política.
Empecemos por reconocer la escasa participación del pueblo en aquella Constitución que celebramos ahora, la actual preocupación generalizada en nuestro país sobre la clase política y la división en la opinión de los trabajadores sobre la oportunidad de la convocatoria de huelga.
Existe una actitud, inherente a la política, que el pueblo no perdona con facilidad y es la mentira intencionada e impregnada de oportunismo interesado. Uno de los peores defectos del político es el engaño al pueblo que lo eligió y que depositó en él su confianza. No olvidemos que los políticos son delegados del pueblo y que deben estar disponibles transitoriamente para servir a esa ciudadanía que los elige.
Nos iría de otra forma si los y las componentes de nuestra clase política no olvidaran que son y salen del pueblo y que deben ser ejemplares tanto en la gestión de los fondos y servicios públicos como en su honestidad y su disponibilidad a la hora de ser reemplazados con el tiempo por el propio pueblo.
Evidentemente es cierto que no son los políticos los causantes de esta crisis que nos hostiga, nos preocupa y nos desorienta, pero también lo es que tienen una especial responsabilidad en la agudización o la amortiguación de la misma. No se reconoció a tiempo la crisis y se tardó en reaccionar ante ella. A partir de ahí y hasta ahora lógicamente se han tomado medidas más oportunas y otras menos. No es fácil establecer en los momentos actuales un orden de prioridades.
Nuestro país ha conseguido en unas décadas un avance espectacular en nuestro Estado del bienestar. Muchas de esas conquistas son irrenunciables pero hay otras que desgraciadamente, y debido al contexto mundial globalizado en el que nos encontramos, deben ser revisadas por su desproporcionado coste económico.
Nos gustaría que todo fuese gratis (por cierto, enhorabuena al Ayuntamiento de Cádiz por el funcionamiento de los autobuses gratuitos en las celebraciones pasadas) pero somos muy conscientes de esa imposibilidad.
No queda otra. No se puede reclamar sólo igualdad de derechos sino también igualdad de deberes y, los que puedan, deben procurar hacer mejor su trabajo. Y, por favor, que salgan más a la calle las personas honradas y que no ocupen tanto espacio público los aprovechados del sistema.