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El Papa condena el bloqueo en su marcha de Cuba

El viaje ha reforzado a la Iglesia local y contenta al Gobierno, pero decepciona a la oposición política

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Benedicto XVI llegó ayer a Roma tras su visita de seis días a México y Cuba tras despedirse en el aeropuerto de La Habana con una condena del bloqueo económico estadounidense a la isla. No es una sorpresa, es la línea seguida siempre por la Santa Sede, pero el Papa lo repitió en suelo cubano y satisfizo una de las pretensiones políticas del Gobierno en la visita. «Las medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera pesan negativamente sobre la población. (...) Es apremiante que en la convivencia humana, nacional e internacional, se destierren posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales». Para ello, pidió un «diálogo paciente y sincero».

De este modo, Ratzinger terminó de trazar su receta para el futuro de Cuba en esta fase de transición, tras exigir estos días la participación de todos los cubanos, incluidos los del exilio, respeto a los derechos individuales y libertad religiosa. Pero sobre todo, tanto él como la Iglesia cubana han machacado la idea de una reconciliación nacional, su clave para un proceso de cambios sin traumas. En su adiós, el Papa confió en que el país construya «una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido» y «de amplios horizontes, renovada y reconciliada». «Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales», repitió.

La prioridad de Benedicto XVI ha sido reforzar el papel de la Iglesia cubana, comprometida en un diálogo con el Gobierno de Raúl Castro, tras décadas de persecución, en busca de protagonismo público y social. Desde lo más práctico, como construir colegios e iglesias, o contar con una emisora de radio, a lo estratégico, es decir, colocarse en una posición influyente, con una generación de laicos bien preparada, para una futura transición política. «Yo pienso en un aterrizaje suave», ha dicho el obispo de Miami, Thomas Wensky, a quien también toca parte del trabajo con el exilio de Florida.

De Miami y la oposición interna llegan las críticas más fuertes a la visita del Papa, que se ha ido, como estaba previsto, sin reunirse con disidentes. En su opinión, ha legitimado al Gobierno cubano, con quien la Iglesia se mostraría demasiado condescendiente. Al margen de los equilibrios diplomáticos que debe hacer el pontífice, el reproche es más profundo, de estilo, pues se quejan del «desprecio» a la disidencia del cardenal de La Habana, Jaime Ortega, y de que haya llegado a decir que en Cuba, tras las últimas excarcelaciones, ya no quedaban presos políticos.

Toda cautela es poca

Mirando la historia reciente de la Iglesia, no sorprende. Es una extensión de la 'Ostpolitik' de Juan XXIII y Pablo VI con los países del Telón de Acero, donde los objetivos eran pragmáticos y buscaban, como mínimo, la supervivencia de las Iglesias locales. Después, los viajes de Juan Pablo II a la zona fueron un paso más: sacaban a la luz la fe privada, le daban visibilidad, y también conferían un inédito protagonismo público a la Iglesia local. El tiempo ha demostrado que fue una buena estrategia, aunque le llevara entonces a Wojtyla a aceptar compromisos con las autoridades. Si bien, él lo compensaba con la fuerza de su carisma y la novedad rompedora de sus visitas, que entonces ya eran en sí una revolución. Benedicto XVI y el contexto son distintos. La impresión entre los críticos es que la Iglesia cubana y el Vaticano podían ir más lejos, pero desde la Santa Sede se piensa que toda cautela es poca.

En cuanto al Gobierno cubano, además de cierta legitimidad internacional y hacer explícita la condena del embargo, el sentido de la visita parecía ser de estabilidad interna. «Le ha dado la oportunidad de conocernos mejor y constatar la justeza de nuestros propósitos», dijo ayer Raúl Castro al Papa en el aeropuerto. Destacó «las muchas y profundas coincidencias, aunque como es natural no pensemos lo mismo sobre todas las cuestiones». También resaltó los «esfuerzos hacia la normalización plena de las relaciones con su emigración». El diario oficial 'Granma', al igual que silenció la evocación de los presos del martes en la ermita de la Caridad del Cobre, ayer tampoco informó del contenido de la homilía en La Habana, la intervención de calado más político de estos tres días. Aunque se transmitió en directo por televisión.

No obstante, la sensación entre la gente es que, ya totalmente desprovista de ideología, solo le interesa lo que le arregla la dura vida del día a día y un plato caliente. Para la mayoría no creyente de la población, con solo un 5% de católicos practicantes, la visita del Papa ha sido un evento curioso, como el paso del circo por provincias.