COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

SIN-RAZÓN

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Una de las consecuencias más nefastas del llamado estado del bienestar ha sido, paradójicamente, la de eliminar a la clase obrera. De un plumazo, en este país, todos fuimos «de clase media», acomodándonos pronto a la forma y olvidando que en el fondo, los trabajadores -esa especie en peligro de extinción- descendemos directamente del sudor, la sangre y la lucha de cuantos nos precedieron en este camino por conseguir mejoras en nuestro bienestar y en el de las generaciones que están por venir, si es que vienen. Nadie nos ha regalado nada, porque ya hubo quienes pelearon por nosotros, quienes a base de huelgas, de encierros, de protestas, lograron mejores horarios, salarios más justos, estabilidad laboral y todas esas pequeñas cosas que hoy nos parecen derechos y que un día fueron sólo privilegios de unos cuantos.

Pero un día nos hicieron creer que un coche, una vivienda -o dos-, un viaje, nos otorgaban el pasaporte directo a la clase business y desde entonces huimos -todos, hasta muchos de los sindicatos- de todo aquello que huela a reivindicación, a crítica hacia el de arriba, porque todos, todos somos los de arriba.

De tanto practicar el olvido, olvidamos lo más importante, la reforma laboral nos afecta sólo a los que trabajamos y la única manera de decir que no estamos de acuerdo es abandonando nuestro puesto de trabajo y sumándonos a una huelga que nos va a costar a todos. Es muy fácil excusarse diciendo que uno haría huelga si no le quitaran el día de sueldo. Es muy fácil, sí, y muy cobarde.

Pero así somos, qué quieren. No es más que otro de los peajes que pagamos en la autopista hacia el disparate.