El Papa Benedicto XVI, con un sombrero de charro mexicano, saluda a cientos de personas congregadas en el parque del Bicentenario de Silao para escuchar una misa. :: EFE
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Multitudinaria despedida al Papa en México

Benedicto XVI pide recuperar «la alegría de ser cristianos» en una misa a la que acudieron más de medio millón de peregrinos

LA HABANA. Actualizado: Guardar
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Las campanas repicaron ayer en Silao (Guanajuato) con energía inusitada. Recibían a Benedicto XVI en su primera visita a México. Sin embargo, la visita pastoral se vio ensombrecida por la tibieza del Sumo Pontífice ante el escándalo de las denuncias de pederastia del fallecido fundador de los Legionarios de Cristo, el padre Marcial Maciel. Salvo sorpresas, no estaba previsto que recibiera a las víctimas de sus abusos, quienes presentaron el sábado el libro 'La voluntad de no saber'. El texto acusa al Vaticano de conocer desde 1944 la doble vida del líder de los legionarios sin hacer nada.

El Santo Padre, animado por los «vivas» y «hermano, ya eres mexicano», tuvo un arranque de cercanía a su llegada al Parque Bicentenario con las ventanas blindadas del papamóvil bajadas y colocándose unos minutos un típico sombrero de charro. Previamente, Benedicto XVI divisó y bendijo desde un helicóptero el monumento de Cristo Rey, una réplica del Cristo redentor de Río de Janeiro. El santuario es uno de los símbolos más importantes del catolicismo mexicano. Se eleva en el cerro del Cubilete y domina la gigantesca explanada que de 1926 a 1929 fue escenario de la cruenta revuelta de los creyentes contra el Gobierno por sus leyes anticatólicas que llegaron a prohibir las misas en público.

Benedicto XVI celebró la misa dominical junto a más de 250 obispos, 3.000 sacerdotes y numerosos invitados especiales, entre ellos el presidente mexicano, Felipe Calderón, y el ex candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. Sin tantas comodidades y bajo un sol justiciero, esperaban desde la víspera entre 350.000 y 700.000 peregrinos para participar en la celebración.

El mensaje de Joseph Ratzinger fue pastoral. Habló de «superar el cansancio de la fe», recuperar «la alegría de ser cristianos» y «la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia».

El Sumo Pontífice lanzó también un llamamiento a la paz al recordar que el reinado de Cristo «no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia», sino en el «amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad». Asimismo, pidió el amparo de la Virgen para mexicanos y latinoamericanos y «para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad». Al concluir la Santa Misa condenó la «violencia doméstica», «la corrupción», el «narcotráfico» y apeló al «respeto por la vida humana» y a «desterrar el odio que divide».

Desafios globales

El encuentro privado con Calderón fue más terrenal. Dialogaron sobre los desafíos globales que imponen el cambio climático, la seguridad alimentaria, la lucha contra el hambre en el mundo y el deseo de avanzar hacia el desarme nuclear. Igualmente coincidieron en la necesidad de lograr un tratado internacional sobre comercio de armas pequeñas y ligeras que evite el fácil acceso a ellas a la delincuencia organizada.

Durante su visita, el Papa tuvo tiempo para conversar con ocho afectados por la violencia vinculada al «mal» de las drogas en México. Entre ellos se encontraban los familiares de un soldado y un policía que perdieron la vida en combate, un superviviente de un secuestro y la hermana de un estudiante fallecido por una bala perdida durante un tiroteo callejero. Desde que Calderón asumió el poder en 2006 son más de 50.000 los muertos en la guerra contra el narcotráfico.

Benedicto XVI se acercó a los niños de México, «particularmente a los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía, se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones». En cambio, no trató específicamente el espinoso tema de los abusos del padre Maciel. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, señaló que las víctimas no pidieron audiencia. Ellas exigían al menos «que se pronuncie». No lo hizo específicamente. Tampoco realizó declaraciones destacadas al respecto. En general, el Sumo Pontífice mantuvo un nivel muy plano. Quizá se reserva para la visita de tres días que hoy comienza en Cuba.