PAGUEN Y VEAN
Actualizado: GuardarDesde la implantación de las sociedades anónimas como modelo del fútbol contemporáneo, muchos han sido los aspectos que han cambiado en la relación afición-club. Los aficionados, siguen siendo eso, aficionados. Pero la figura del socio como la hemos entendido siempre, ha pasado a mejor vida. Antes, un carnet de socio te daba derecho exigir y protestar en el marco de una relación en la que no existía ninguna forma de totalitarismo. El socio era partícipe de las decisiones de las directivas, que tenían que plegarse quisieran o no a la votación a mano alzada de la mayoría. Campañas de abonados, presupuestos y hasta confección de la plantilla, pasaban en multitud de ocasiones el filtro de la votación de socios. A esto no era ajena tampoco la figura del presidente. Un candidato tenía que patearse las peñas a la búsqueda de votos. El socio, el aficionado, el compromisario, jugaba un papel importante en la elección del máximo responsable del club de sus amores. Y para optar a ese cargo, había que cumplir una premisa fundamental: ser socio con años de carnet. Si no lo eras, tus ansias de poder quedaban reducidas a la nada. Pero como dije al principio, eso ya es historia. En la actualidad, cualquier persona, personajillo o «personajete», (que diría el clásico), empresa fantasma o ¿seria?, con trayectoria reconocida o irreconocible, de acá o acullá, con plata, parné, pasta, jurdeles propios o ajenos, puede, por pensamiento o de palabra, comprar como quien va al mercado un puñado de acciones. Y con eso tiene suficiente. No le hace falta ser de la ciudad, socio, sentir los colores o reunirse con peñas. Si compra, manda. También hemos aprendido que estos mesías acaudalados, ni tienen tanto como se dice, ni les mueve otro interés que no sea el propio. El socio es una especie extinguida. Algunos han evolucionado hacia accionista minoritario, con presencia pero capacidad testimonial en la toma de decisiones. Otros se han tenido que conformar con ser simples aficionados. El carnet, ya solo da derecho a entrar al campo. Protestar, debatir o que tu opinión se tenga en cuenta, queda para desayunos de barra del bar. Paguen y vean, que la función va a comenzar.