CLOONEY
Actualizado: GuardarNo se me quita de la cabeza la imagen de George Clooney esposado. Arrestado, para ser mas precisos, porque esa correa de plástico tan poco épica con la que le anudaron las muñecas cuando se manifestó contra el gobierno de Sudán dista mucho de parecerse a unas esposas, que a este recalcitrante galán no consigue esposarlo de verdad ni la autoridad competente. Al margen de este frívolo detalle, días después de contemplar al bello canoso en plan activista me fui a ver su nueva película, 'Los idus de marzo', un filme sobre la sucia y poco aireada trastienda de la política en el que queda patente algo ya bastante sabido: que el poder es un árbol a cuya sombra todo se pudre. Clooney, además de dirigir, interpreta a Mike Morris, un político demócrata progresista que defiende la igualdad y la justicia social pero que a su vez deja mucho que desear como individuo. En resumen, un impresentable que lucha por un mundo mejor porque, como él mismo advierte, la sociedad debe aspirar a ser éticamente superior a los siempre imperfectos seres que la componen. Vista y disfrutada la película, volví a pensar en el Clooney actor y activista, en ese César moderno que predica justicia social y a la vez lleva una vida de multimillonario asiduo a la jet set y que cuando no está intentando arreglar el mundo es porque está bailando el bunga-bunga con Berlusconi o sacudiéndose el polvo de una gira por Darfur en su opulenta mansión del lago de Como. Clooney es además una destacada pieza del engranaje de Hollywood, otro árbol a cuya sombra no crece nada realmente sano, y cabe la perversa sospecha de que su arresto se enmarque dentro de la campaña publicitaria de su nuevo filme. Pero la causa que defiende es justa. Y bien está que aproveche su tirón mediático para darla a conocer. Ahora bien, ¿puede aspirar a transformar el mundo alguien que no se someta antes a una transformación personal? No conozco la respuesta. Solo digo que el arresto de George Clooney y más tarde su película me han llevado a preguntármelo.