La independencia perfecta de Marta y Núria
El hospital Vall d'Hebron logra separar a dos siamesas unidas por el abdomen y el hígado
BARCELONA. Actualizado: GuardarNúria y Marta vivieron sus primeros seis meses mirándose cara a cara. Las pequeñas nacieron unidas por el abdomen, desde el esternón a los intestinos, y compartían un único hígado. Ahora se dan besitos, de vez en cuando siguen observándose, pero no porque estén juntas, como antes, sino porque se buscan como gemelas siamesas que fueron. Desde hace quince días, cada una va por su cuenta, son independientes la una de la otra y están en perfecto estado de salud. Aún no andan, ni corretean por la casa, aunque ya no tienen que comer siempre a la vez, como les ocurría cuando estaban unidas.
Las niñas, que tenían un solo ombligo e intestinos independientes, aunque interconectados, fueron sometidas a finales de febrero a una operación, que tenía un alto riesgo para sus vidas. Si bien los casos de siameses son excepcionales (solo uno por cada 200.000 nacimientos), el porcentaje de supervivencia está entre el 5 y el 25% en el momento del nacimiento y hasta un 53% una vez hecha la separación. Es el caso de Núria y Marta. La intervención duró menos de siete horas, se realizó el 27 de febrero y las niñas pudieron volver a casa justo una semana después, el 5 de marzo.
Actualmente, solo visitan el Hospital Vall d'Hebron, donde fueron operadas, para las revisiones periódicas. «Las he visto esta mañana. Ya son niñas con vidas individuales y no han tenido, ni se espera que tengan, ninguna complicación en el futuro», explicó ayer el codirector del programa de cirugía fetal del Vall d'Hebron, José Luis Peiró.
«Es un milagro», expresó con una alegría inmensa Meritxell Feliu, la madre de las criaturas. Con una sonrisa de oreja a oreja, relató que las pequeñas, durante los primeros días después de la operación, se echaban de menos. «Pero ahora ya no tanto. Marta busca, pero Nuria parece que ya no quiere estar tanto a su lado, como queriendo decir ya he estado mucho tiempo a tu lado, ahora déjame sola», dijo la madre. «Tenerlas es lo mejor que hecho en la vida», añadió con una rotundidad que no dejó dudas. A pesar de que la experiencia no haya sido nada fácil, porque tal y como señaló Meritxell, cuando las bebés estaban juntas, era toda una «aventura» bañarlas y darles el biberón. «Son muy distintas, dijo, una es muy tranquila y la otra nerviosa», remató. Hay más diferencias: a una le gusta la papilla de cereales y a la otra no tanto.
El caso es que no tienen ni un añito, pero su vida ya ha dado unas cuantas vueltas. Núria y Marta nacieron el 10 de agosto de 2011, a las 32 semanas de gestación. La malformación se les detectó a las 12 semanas en las ecografías habituales del embarazo. Dadas las dificultades que presentaban, los médicos decidieron hacer una cesárea planificada para garantizar la supervivencia de los fetos y evitar complicaciones en el parto.
Después del nacimiento, a pesar de estar unidas por el abdomen, tuvieron una evolución muy favorable. Tras comprobar que se podían alimentar y crecer con normalidad, se fueron a casa mientras se esperaba el mejor momento para la cirugía de separación: entre los cinco meses y el primer año de vida (y también a que entre las dos adquirieran un peso superior a 12 kilos), para minimizar al máximo el riesgo.
Durante ese tiempo, los médicos determinaron que el único órgano vital que compartían era el hígado (una de las niñas tenía la mayor parte y la otra, una porción más pequeña), aunque la certeza total no la tuvieron hasta el momento de la operación. «Una cirugía hepática siempre puede entrañar riesgos, había que cortar vasos comunicadores, pero en este caso todo salió bien», explicó el jefe de cirugía pediátrica del Vall d'Hebron, Vicenç Martínez.
Lo mismo sucedió con otros órganos, como por ejemplo, los intestinos. Los médicos sabían previamente que las niñas tenían cada una su propio aparato digestivo pero, a pesar de tener pruebas radiológicas de mucho detalle, no podían asegurar del todo que la raíz del intestino no fuera compartida.
Una vez separadas, en una intervención en la que participaron una treintena de profesionales, solo dos horas después del inicio de la intervención, el grupo de cuatro cirujanos pediátricos se dividió para llevar a cabo el cierre muscular y cutáneo de ambas niñas. Las dos pacientes estuvieron solo un día en la UCI, por precaución. Dos días después fueron trasladadas a planta y a la semana ya estaban en casa.