SOMOS DOSCIENTOS MIL

UNA CIUDAD DE GUINNESS

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Como todos ustedes conocen, el libro Guinnes es una obra que se publica anualmente para recoger la colección de récords mundiales. Posee tal calibre, que el propio libro es a su vez récord mundial, tanto por ser la serie de libros con derechos de autor más vendido en todos los tiempos, como por ostentar el récord mundial como libro más robado de las bibliotecas públicas. Su importancia es tal, que la empresa que la edita se ha convertido en la principal autoridad internacional en la verificación de los récords mundiales, siendo obligado acudir a sus jueces, cuando uno pretende que determinada hazaña, por rara que sea, ostente el título de récord mundial.

Por si les pica la curiosidad, dicho libro recoge hazañas tales como el mayor sándwich del mundo, con un peso de 2.467,50 kilogramos, el mayor número de parejas abrazándose a la vez, récord obtenido en Perú por 10.738 personas, es decir 5.369 parejas, o los empleados de una fabrica Argentina, que crearon el mosaico más grande del mundo construido con cubos de Rubick, sumando un total de 14.960 de los dichosos cubitos.

Cuando uno traslada esta historia a nuestra ciudad, piensa que Jerez debería figurar en ese libro por ser la ciudad con más botas de vino del mundo, o tal vez por ser el pueblo con mayor número de árboles por habitante. Sin embargo, la realidad es bien distinta y si los jueces de Guinnes pasearan por nuestras calles, con toda probabilidad nos concederían algunos récords de tan dudoso honor como la ciudad con mayor número de pintadas en sus paredes, la ciudad con más «canis» por metro cuadrado, o la ciudad que mayor número de protestas simultáneas acoge en sus calles.

A todo ello hay que añadir un nuevo récord al que Jerez recién acaba de acceder: por si no fuera poco tener el mayor número de parados del país, casi 32.000 personas, ahora resulta que Jerez posee el extraño honor de convertirse en el segundo municipio de España en acumular la mayor deuda con proveedores, tan sólo superado por el Ayuntamiento de Madrid.

El Ayuntamiento de Jerez, como simple dato, ha reconocido 328 millones de euros de deuda repartidos en 12.999 facturas, que son las remitidas al Ministerio de Hacienda en virtud del Real Decreto que posibilita su pago a través de los fondos ICO. En ese monto hay facturas pendientes que se remontan a 20 años atrás (nuevo récord mundial) no sólo del Ayuntamiento en sí, que engrosa la mayor parte con 254 millones, sino de empresas municipales como Aguas de Jerez, con 66 millones, o la Empresa Municipal de la Vivienda con otros 4 millones de euros. Conviene aclarar que a esta deuda le faltan otros 150 millones de euros, cuyas facturas no se han podido incluir en este proceso por no cumplir los requisitos legales, pues la mayoría corresponde a Seguridad Social y Hacienda, y las deudas entre administraciones no están cubiertas por estos fondos.

Curiosamente, Jerez está muy por encima de ayuntamientos de capitales de provincias andaluzas como Córdoba (25 millones) o Granada (107 millones) e, incluso, de ayuntamientos que nos superan en población como Valencia o Sevilla. Incluso algunos consistorios, mucho mayores que el nuestro como Barcelona, Málaga o Valladolid, han avisado de que no pedirán este crédito porque no lo necesitan para liquidar sus deudas. El de Barcelona sólo tiene cinco facturas pendientes de años anteriores, con un importe que no supera los mil euros.

Comprenderán que con todos estos datos y siendo una ciudad de récord mundial, resulta obligado hacerse algunas preguntas: ¿quién o quiénes son los culpables de esta deuda?; ¿quién o quiénes han gastado tan impunemente por encima de los ingresos? y, finalmente, ¿nadie va a sentarse ante el Juez por una gestión que, cuando menos, debe ser calificada como de nefasta? Si estos datos se hubiesen dado en la empresa privada, la misma habría desaparecido hace años y sus gestores estarían entre rejas. En Jerez, sabiendo quién ha gobernado y qué ha hecho en cada momento, aún no hay un solo político que haya pisado el modulo de entrada a Puerto II.

Créanme cuando digo que va siendo necesario, aunque sólo sea por poner las cosas en su sitio.