Sociedad

Las mujeres, una rareza en la RAE

Carmen Conde fue la primera admitida en una institución que cerró el paso a Emilia Pardo Bazán, María Moliner o Rosa Chacel

MADRID. Actualizado: Guardar
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En los casi tres siglos del historia de la Real Academia Española (RAE), solo siete mujeres han ocupado un sillón en la docta institución que «limpia, fija y da esplendor» a nuestro idioma. Una labor que ha estado reservada en exclusiva a los varones hasta la segunda mitad del siglo pasado, cuando las puertas del viejo caserón de la calle Felipe IV se abrieron, al fin y por primera vez, para una mujer. Eso sí, 266 años después de su apertura y tras sonoros portazos a varias escritoras y filólogas. Bien entrado el siglo XXI son cinco las mujeres con silla en la Academia, que cuenta con 46 plazas, de modo que ellas siguen así siendo una rareza en la RAE. «Es mucho lo que queda por hacer», reconoce una de estas cinco académicas en activo, Soledad Puértolas, que cree sin embargo que «sería erróneo establecer cuotas femeninas o imponer la paridad».

Ana María Matute, escritora y una de las tres únicas ganadoras con el Premio Cervantes, que ella obtuvo en 2010, es la académica más veterana en la casa, a la que se incorporó en 1998 como titular del sillón K. Tras ellas llegaron a la institución otras cuatro mujeres y todas en la última década: la historiadora Carmen Iglesias (2002, sillón E), la científica Margarita Salas (2003, sillón i), la narradora Soledad Puértolas (2010, sillón g) y la filóloga Inés Fernández Ordóñez (2011, sillón P).

Fundada en 1713, bajo el reinado del primer Borbón, Felipe V, a imagen de la Academia francesa y por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco, la RAE tardaría una eternidad en dejar paso a las féminas y no fue por falta de candidatas. La primera en intentar romper el muro académico fue la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873). Para la pacata sociedad de la época resultaba inconcebible que una señora ocupara un puesto de tanta responsabilidad, y no hubo caso.

La RAE respondió a la solicitud con una carta repleta de epítetos elogiosos que suavizaban una contundente negativa. Los académicos de entonces lamentaban que no existieran 'plazas para mujeres'. A los mismos falaces elogios recurrieron para cerrar el paso a la gran escritora gallega Emilia Pardo Bazán. Tampoco hubo sillón ni reconocimiento académico para la autora de 'Los pazos de Ulloa', la primera periodista que ocupó una corresponsalía en el extranjero (Roma y París) y la primera mujer que presidió el Ateneo.

Nada cambió con la llegada de la segunda República. A pesar de la batalla librada a favor del sufragio universal por pioneras como Clara Campoamor y su presencia en el Parlamento junto a Victoria Kent, las puertas de la RAE seguirían cerradas a cal y canto para las mujeres todavía cinco décadas.

Otro portazo

Cuando parecía que la situación podría cambiar, llegó otro clamoroso portazo de la RAE a una gran mujer. Esta vez a María Moliner, una fuerza de la naturaleza capaz de elaborar ella sola el legendario 'Diccionario de uso del español', que en cualquier país desarrollado le hubiera granjeado el mayor reconocimiento. Propuesta por Rafael Lapesa y Pedro Laín tuvo que ver doña María, que realizó su titánica labor sin renunciar al cuidado de su casa, sus hijos y su cátedra, cómo el lingüista Emilio Alarcos Llorach le ganaba por la mano y se quedaba en 1972 con el sillón B al que aspiraba la filóloga y lexicógrafa aragonesa.

Habría que aguardar aún a la llegada de la democracia para que se comenzara normalizar la situación. En 1979 era elegida la primera académica de la historia, la novelista cartagenera Carmen Conde, titular del sillón k hasta su muerte en 1996 pero que tendría que afrontar la fatalidad de que su elección dejara fuera a otra gran escritora, Rosa Chacel. Conde estaría un lustro como única fémina entre doctos varones hasta que en 1984 ingresara la también escritora cántabra Elena Quiroga, titular del sillón hasta su muerte en 1995.

Pronto podrán ser seis las mujeres con sillón académico. Las candidaturas de la novelista y catedrática de Literatura mallorquina Carme Riera y de la poeta malagueña de la generación de los años 50 María Victoria Atencia fueron presentadas en febrero para cubrir la vacante de Valentín García Yebra. A finales de marzo tendrá lugar el elogio de los candidatos y el 12 de abril se procederá a las votaciones.