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La ONU descarta el uso de la fuerza en Siria
El enviado especial Kofi Annan advierte de que una intervención militar empeoraría el conflicto
EL CAIRO. Actualizado: Guardar«El remedio puede ser peor que la enfermedad». Contundente, el enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Kofi Annan, rechazó ayer la posibilidad de una intervención militar extranjera en el país árabe ya que las consecuencias, tanto para Siria como para la región, serían «imprevisibles», dijo en El Cairo. Annan, que viajará mañana a Damasco, repitió ayer el mismo mantra que la diplomacia internacional lleva recitando desde hace casi un año: pidió el cese de la violencia y el diálogo entre las partes. Como en todas las ocasiones anteriores, el efecto fue inapreciable y más de 40 personas murieron ayer a manos de las fuerzas de seguridad en Siria. «Espero que nadie se esté planteando muy seriamente el uso de la fuerza en esta situación. Creo que cualquier militarización empeoraría la situación», dijo Annan tras su reunión en la capital egipcia con Nabil el-Arabi, secretario general de la Liga Árabe.
Un año después del inicio de la crisis en Siria, donde la amenaza o la imposición de sanciones económicas o políticas no ha tenido efecto alguno sobre el régimen de Bashar el-Asad, que sigue reprimiendo con una violencia brutal a la oposición, los tambores de guerra han empezado a sonar, aunque aún débiles, en países como Estados Unidos. Algunos miembros de la oposición siria también lo han solicitado, algo que, para el ex secretario general de la ONU, es un grave error. Annan tenía seguramente ayer en mente el caso de Irak cuando aseguró que «no hay que irse muy lejos en la región para encontrar un ejemplo de lo que estoy hablando».
Annan estará mañana en Damasco para intentar mediar en un conflicto que ha dejado ya cerca de 8.000 víctimas mortales. El ghanés tiene como tarea promover un diálogo entre el régimen y la oposición, una misión para la que cuenta con el apoyo de la comunidad internacional, pero que en estos momentos parece casi imposible, ya que las posiciones no pueden estar más enfrentadas. Para los rebeldes, la hora de las negociaciones y el diálogo ha pasado, y es imposible sentarse a la mesa con un régimen asesino. El Gobierno de El-Asad tampoco reconoce a la mayor parte de la oposición, a la que define como «grupos terroristas» que siembran el caos y la destrucción en el país y atacan sin piedad a los civiles.
Venganzas
Las resoluciones y las iniciativas bienintencionadas se acumulan pero, por ahora, no han conseguido frenar la barbarie. Ayer, otras 44 personas murieron a manos de las fuerzas de seguridad de El-Asad, la mayor parte de ellas en Homs, según denunciaron los Comités de Coordinación Local. Las venganzas y la limpieza de nichos de resistencia podrían haber empezado a imponerse, como parece indicar el hecho de que al menos 36 de los fallecidos eran miembros de dos familias de activistas de Jobar, un barrio limítrofe con el de Baba Amro en Homs, del que apenas han quedado ruinas tras más de un mes de asedio. Después de un año de conflicto, sigue siendo muy difícil contrastar la información sobre las víctimas, que aún depende de los propios activistas sirios, pero Damasco admite con cuentagotas a observadores internacionales en su territorio.
Tras varios intentos fallidos, la responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU, Valerie Amos, pudo entrar el pasado miércoles en Siria para evaluar la situación. Después de visitar Baba Amro, donde solo encontró ruinas, ayer se reunió con el ministro de Sanidad, quien le aseguró que los centros hospitalarios sirios no han dejado de atender a heridos sin tener en cuenta su postura política. Una afirmación que el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, que ha denunciado que los hospitales se han convertido en centros de tortura, pone en duda.