La vista se celebró en el Juzgado de lo Penal número 1. :: L. V.
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Condenan a un profesor por instar a un menor a realizarle caricias

El juez dice que el docente se valió de su cargo para convencer al chico de que le hiciera «masajes o caricias» en varias ocasiones

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Ocho largos años ha tardado en dirimirse el procedimiento, pero ya por fin el Juzgado de lo Penal número 1 de Jerez ha dictado una sentencia en la que condena al profesor de música A. H. R. por una falta continuada de vejaciones leves. La pena no resulta muy significativa, ya que asciende a una multa de 200 euros; lo llamativo del caso es que se responsabiliza al docente de haber instado a un alumno suyo, menor de edad, a que le realizara «caricias o masajes» en los hombros, cuellos y cara.

Como consta en el fallo judicial, al que este medio ha tenido acceso, los hechos se remontan a finales de 2004, cuando la víctima tenía ocho años. Según el magistrado, valiéndose de su influencia sobre el niño, derivada tanto de su edad como de su cargo de profesor, el condenado convenció al menor para que al finalizar sus clases y una vez que se hubiesen marchado del aula todos sus compañeros, se quedara un rato más en la misma para mejorar sus calificaciones o bien para dejarle jugar con el ordenador.

El alumno, a la vista de la proposición efectuada y de la persona que se la realizaba, en diversas ocasiones permaneció en clase a solas con el docente y accedió varias veces a acariciarle en los hombros, el cuello y la cara, después de que el propio adulto se lo solicitara. Estos son los hechos que el juez considera probados y en virtud de los que le ha condenado, desoyendo la petición de la acusación particular que le imputaba un presunto delito continuado de abusos sexuales. Lo primero que hace el magistrado en la sentencia es justificar precisamente por qué no a lugar la condena por este delito, explicando que según el Código Penal el abuso constituye un atentado contra la libertad sexual de la víctima, algo que no se produce en este caso al no haberse realizado tocamientos en zonas erógenas o sus proximidades.

«Infracción a la moralidad»

Sin embargo, el magistrado ve claro lo referente a las vejaciones, argumentando que se entienden como tales aquellos actos que suponen «una infracción a la moralidad colectiva, como es el caso». En esta línea, alaba la versión aportada por el joven durante el juicio, asegurando que carece de contradicciones y que ha relatado los mismos hechos que trasladó al juez en la instrucción hace años, de forma pormenorizada y mostrándose «explicativo y convincente».

Una versión que fue avalada por el médico forense y también por su hermana, que acudía al mismo centro y que corroboró que el menor se quedaba en varias ocasiones a solas con el profesor, llegando a encontrárselo un día sentado en sus piernas. Por todo ello el juez otorga credibilidad a la víctima y ha condenado al docente, además de a una multa de 200 euros, a pagar una indemnización al chico de 1.000 euros por los daños morales ocasionados.

En lo que respecta al inculpado, fuentes judiciales de toda solvencia han confirmado a este medio que el docente prestaba con anterioridad sus servicios en un centro de Sanlúcar y que sucesos de índole parecida provocaron presuntamente su traslado a Jerez. En cuanto a esta sentencia en concreto, el perjudicado la ha acogido como un jarro de agua fría y se declara inocente de cualquier tipo de conducta que pueda parecer ilícita. En declaraciones a LA VOZ, mostró ayer su pesar por lo que considera un fallo totalmente injusto y acusó a la madre del menor de «haberla tomado» con él sin explicación alguna.

Ésta, por su parte, también realizó declaraciones a este periódico y expresó su disgusto por una sentencia que tampoco ha cubierto sus expectativas. Como afirmó, «sale más caro darle un golpe a un coche» que cometer un acto de este tipo, y calificó de «insuficiente» que haya sido condenado por una falta. Su objetivo ahora, como sentenció, es que la noticia trascienda y se aparte a este profesor de la carrera docente, para que «no vuelva a ocurrir nada parecido con ningún niño».