Editorial

Seis años más para Putin

El triunfo del presidente ruso resulta inapelable, pese a las posibles irregularidades

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La poderosa máquina estatal se puso al servicio de Vladímir Putin en la elección presidencial del domingo en la Federación Rusa y, como ha indicado la OSCE, los medios gubernamentales se volcaron en su favor y distorsionaron el escenario despojándolo de la necesaria imparcialidad. Incluso se puede creer en cierto exceso de celo oficialista a la hora del recuento. Pero, con todo, parece verdad que Putin dispone hoy por hoy de más de la mitad del apoyo social aunque no sea el admirable 64% anunciado. Este hombre, y su socio y gran figurante, el presidente saliente, Dimitri Medvèdev (quien podría haber optado a la reelección, pero cedió el honor al gran jefe) han ocupado casi todo el espacio institucional disponible y desean quedarse allí, lo que explica la gran reforma que, apenas elegido, hizo aprobar el segundo, para alargar el mandato presidencial de cuatro a seis años. Putin podría ser jefe de Estado y, de hecho, del poder ejecutivo hasta 2024. Si se suman sus ocho años de mandato 2000-2008 saldrán 22 años. Es ofensivo sugerir que alguien vota mal cuando vota lo que quiere. Pero no es políticamente aventurado ni moralmente insultante sostener que el 'putinismo' no parece lo mejor para Rusia. Se trata de una mezcla de nacionalismo exacerbado, populismo y personalísimo de la mejor tradición nacional por completo insuficiente para cumplir las grandes promesas de la campaña y, en particular, para administrar una economía demasiado dependiente del buen precio de los hidrocarburos. No es un buen planteamiento y habría sido muy preferible un programa moderado de genuina reconciliación, vigencia de la ley, economía abierta y pragmática y fin del autoritarismo. La comunidad internacional no puede ignorar a Rusia por elementales razones prácticas y la UE, en particular, como señaló ayer Bruselas con claridad, tampoco. Se comparte la valoración tan mediocre de la OSCE pero se acepta seguir en estrecho contacto con Moscú. Ese criterio, en todo caso, debe ser el del pragmatismo, no el de la resignación.