¿El gran error?
Actualizado: GuardarGran señor de todas las cosas, y sin embargo presa de todas ellas; / único juez de la verdad, enredado en errores interminables; / gloria, broma y enigma del universo». Según el poeta inglés Alexander Pope (y estamos hablando del siglo XVIII, a pesar de la modernidad de la definición), esto es el hombre. Una contradicción en esencia, un cúmulo de virtudes y defectos enfrentados. Lo más puro y lo más abyecto. Lo sublime y lo despreciable en una misma envoltura de carne mortal.
No tengo que buscar lejos para darme cuenta de la verdad de las aseveraciones de Pope. Me basta con mirarme por dentro para comprobar que estamos hechos de una mezcla peligrosa de bondades y maldades, que somos barro revuelto con sueños y emociones: mitad ángeles, mitad bestias. Por eso somos capaces de los sacrificios más altos y de los amores más abnegados, pero también de los crímenes más horrendos y de las traiciones más oscuras. Amamos y odiamos con la misma soltura, porque ambos sentimientos se entretejen en la masa de nuestra sangre hasta confundirse. No somos blancos ni negros más que por momentos, pasamos de un extremo a otro, mutamos, cambiamos de signo, de opinión, de tono, de pensamiento, con facilidad pasmosa. Nos gusta decir que «evolucionamos», pero por el mismo camino de la evolución, involucionamos cuando cualquier viento nos empuja.
Y, sin embargo, quiero pensar que no es un error que estemos sobre la tierra, que esa «gloria y broma del universo» que somos tiene sentido en última instancia. Quiero pensar que algo se mueve por debajo o por encima, una conciencia o un destino que finalmente acabarán sacando de nosotros la parte más salvable, la parte que nos hace especiales, misteriosos, únicos. Espero los años de mi vida me alcancen para entender ese enigma.