EL MARTILLO

BORRICOS DEL SEÑOR

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Un año esperando. Así pueden contarlo los más afortunados, los que no padecieron el infortunio meteorológico la pasada Semana Mayor. Aunque quedara el agradable sabor del trabajo bien hecho y el contacto más íntimo con nuestros titulares el día señalado, muchos añoramos la estación de penitencia en la Catedral. Pero nada pudo hacer mella en nuestras ilusiones, inquebrantables durante doce meses y reforzadas, todavía más, tras el umbral de salida del Miércoles de Ceniza. Cinco semanas nos quedan de intensa convivencia hasta perfilar los últimos detalles. Compaginaremos familia, trabajo, estudios o amigos, con largas horas de ensayo y colaboración estrecha en las casas de hermandad y sedes canónicas. Sí, somos cargadores, mas no nos prepararemos sólo por fuera. Aunque nuestro papel requiera un esfuerzo físico sin igual, también aprovecharemos la Cuaresma para renovarnos por dentro. No adoramos imágenes, conocemos el Sagrario y nos basta ponernos delante de él para contemplar al Dios vivo, a Cristo sacramentado. El es el centro de nuestras vidas, pero Jesús escogió un 'trono' para entrar en Jerusalén y comenzar su Pasión, un joven pollino. Sólo los discípulos podían desatarlo y llevarlo con ilusión hasta ponerlo a sus pies. No somos más que aquellos apóstoles, ni siquiera estamos a la altura del último de tus discípulos pero, aquí nos tienes: seremos tus borricos y pondremos hombros y espaldas para acompañarte y aliviarte en tan amargo recorrido. Cuenta con estos cirineos que quieren llevar tu Cruz y quitar algunas espinitas de tu corona para llegar hasta el final del Calvario.