LAS PAPAS DE CARNAVAL
Actualizado: GuardarUn ritual propio de todos los carnavales, unido a la búsqueda siempre sin éxito de los Guatifó, ha sido y es tomarnos una papa asá en la carriola que instalan al principio de la calle del Corralón. No confiamos en los bocadillos de tortilla si no los traemos de casa. Tampoco triunfan las tortillitas de camarones en la Plaza Pinto porque desde hace unos años ponen más aceite que harina, y menos camarones que sal. Y nuestro amigo del bar El Pescador ya no nos podrá echar con su malaje con arte, muy a nuestro pesar. Así que nos conformamos con las papas malagueñas, que además no suben el precio desde hace cinco años por lo menos. Las de San Antonio no me «encantan». Y cada vez que intentamos darle una oportunidad a algún tendero comprando un bocadillo porque el hambre puede más que un estómago sibarita, éste se pone a protestar el resto del día advirtiéndote de que como vuelvas a comer uno de esos bocadillos, te castiga para el resto de la semana. Que por cierto, felicidades al Ayuntamiento por unos servicios públicos limpios, aunque sin papel, pero vamos. Aún así veíamos a muchas personas (y no distingo entre hombres o mujeres) haciendo sus necesidades, no ya en cualquier parte de la calle, sino en el mismo portón de entrada de una casa. Por no decir del regalito que se encontró nuestra amiga sueca al llegar a uno de estos portones, esta vez el suyo, en forma de pareja haciendo otra de las necesidades del ser humano. En fin, que los carnavales son para divertirse, pero no todo vale durante una semana; nos convertimos en seres aptos para el cachondeo, pero también parece que es una semana en la que cualquier barbaridad en forma de comportamiento animal la toleramos sin ningún problema. Somos animales al fin y al cabo.