Otra tomadura de pelo
Actualizado: GuardarMás a menudo de lo que sería deseable, la maraña legislativa opera como eficaz pantalla legal que encubre la chirriante ilegitimidad de determinados asuntos. Tal es el caso de los desahucios indiscriminados que vienen siendo practicados por los bancos ante el impago de las correspondientes hipotecas. Una actuación que, aun siendo incomprensiblemente legal, resulta a todas luces ilegítima, en cuanto que es resultado de una trampa mortal tendida por el propio sistema a gente humilde que fue conducida a la firma de la hipoteca desplegando bajo sus pies una confortable alfombra de facilidades engañosas a modo de cebo.
Ahora, cuando ese mismo sistema ha colocado a los hipotecados al borde del abismo privándoles de su único medio de ingresos, el empleo, y negándoles quizá de por vida cualquier posibilidad de volver a tener un trabajo remunerado, la mullida alfombra se convierte en el más ruin de los castigos: dejar sin techo a unas personas que no hicieron más que rendirse a los cantos de sirena de una banda de desalmados cuyo única norma de vida parece ser el lucro a costa de lo que sea.
Pero si toda esta historia parece sacada de los más bajos fondos del absurdo y del horror que subyacen a nuestro 'Estado de Derecho', las iniciativas anunciadas hace unos días por el competitivo ministro de Economía y Competitividad para, supuestamente, llevar la justicia a tanto desaguisado, no hacen más que confirmar lo que en tantas ocasiones queda confirmado: que al débil las leyes y obligaciones se le imponen sin más, mientras que al poderoso se le ofrecen como oportunidad de ejercitar una buena acción inscrita en un edulcorado y opcional 'Código de Buenas Prácticas'.
Aunque ya existen algunas sentencias que consideran suficiente la dación de la vivienda para cancelar las obligaciones del hipotecado para con el banco, falta por determinar y condenar la maldad y la flagrante injusticia de un estado de cosas que debería hacer temblar el edificio entero de nuestro ordenamiento jurídico.
Si los bancos buenamente quieren, aceptarán que en lugar del hipotecado les pague el conjunto de los ciudadanos a través de los beneficios fiscales que el ministro solícitamente les ha ofrecido a cambio de nada. Son propuestas y medidas que, a no dudarlo, incrementan la competitividad de nuestro sistema financiero, aunque para la ciudadanía no deja de ser una tomadura de pelo, otra más.