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La indignación estalla en Buenos Aires
El maquinista del tren siniestrado admite que la tragedia la provocó un fallo «habitual» en los frenos mientras siguen las protestas
BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar«En cada estación le avisaba por radio al controlador de tráfico de que tenía problemas en los frenos, pero del otro lado me decían 'seguí, seguí'», declaró ayer ante el juez el maquinista Marco Antonio Córdoba, que conducía el tren que provovó la mayor tragedia ferroviaria de Argentina. El convoy chocó el pasado miércoles contra la valla de contención de la estación Plaza de Miserere, en el barrio capitalino de Once, y el impacto dejó 51 muertos y unos 700 heridos.
Milagrosamente fuera de peligro, Córdoba reveló que intentó frenar dos veces y no pudo. Entonces aplicó el freno de emergencia y el mecanismo tampoco respondió. El maquinista confirmó la versión de numerosos pasajeros que habían asegurado que el convoy tenía problemas para detenerse y en la estación anterior a Once, la de Caballito, se pasó unos metros del andén y debió retroceder.
Córdoba confesó además que era «habitual» que hubiera desperfectos en los frenos, en los motores y en los sistemas hidráulicos de los vehículos de la línea Sarmiento, que administra la empresa privada Trenes de Buenos Aires (TBA). Su declaración compromete a la compañía y también al Estado que debió controlarla.
El juez federal Claudio Bonadío resolvió entonces acusar a Córdoba de provocar un «estrago culposo», es decir, no deliberado, y decretó, en principio, su excarcelación bajo ciertas condiciones. La decisión fue cuestionada por el fiscal, que consideró prematuro dejarlo en libertad. No obstante, el maquinista, que está casado y tiene a su esposa embarazada, ya ha regresado a su casa.
Mientras tanto, la furia crecía en la estación Once, donde los trenes volvieron a operar y siguen manifestando problemas técnicos. «¡Asesinos!», «que se vayan todos!», «Cristina, ¿dónde estás?», clamaban con indignación centenares de personas que se congregaron a las puertas de la terminal de la tragedia.
Los manifestantes, muchos de partidos políticos de izquierda, insultaban a la Policía y pedían la renuncia de funcionarios, hasta que comenzaron a producirse incidentes. Los activistas quemaron bolsas de basura, rompieron tornos y lanzaron piedras y botellas contra los uniformados. Hubo dos detenidos, y algunos heridos entre los agentes. Los disturbios coincidieron con el momento en que apareció la última víctima mortal, Lucas Menghini Rey, de 20 años, que estuvo desaparecido durante 55 horas y era buscado intensamente por su familia hasta que sus restos fueron hallados en el fuelle del tren.
Cabina de motorista
Minutos antes de encontrar el cuerpo, sus padres habían estado viendo vídeos de la estación Padua, donde se suponía que Menghini tomó el tren de la línea Sarmiento. En una de esas secuencias le reconocieron y vieron que subía al cuarto vagón por la ventana, algo habitual en este tren cuando va repleto en horas punta.
La ventana no daba al coche de pasajeros sino a una cabina de motorista en desuso que tiene la puerta clausurada. El habitáculo, de un metro y medio, quedó reducido a 30 centímetros con el choque, y los restos del joven fueron hallados debajo. No se le veía a simple vista, sino que fue buscado allí por los bomberos tras identificar a Menghini en esa última grabación en que se le ve con vida.