A toda velocidad. La mexicana, en la actuación de ayer. :: E. LINDBERG
Jerez

Karime Amaya nadó entre su propio oleaje

La bailaora mexicana apostó por un espectáculo en el que la vertiginosa velocidad se lo llevó todo por delante

JEREZ Actualizado: Guardar
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La huella de Carmen Amaya sigue impresa sobre la arena de las playas mexicanas. Desde la orilla oeste del Atlántico, Karime Amaya reivindica por consanguinidad, su lugar en la historia de la genial bailaora catalana. 'Desde la orilla' se sustenta en una vorágine de velocidad y en una inagotable marejada percutiva.

Karime hace gala de una técnica de tacones muy difícil de igualar, un nervio puntiagudo y una clara tendencia a la velocidad sin medida.

La amalgama fragüera del inicio no tardó en verse absolutamente desbocada. La bailaora mexicana lució en una conjunción de figura estilizada y ritmo desenfrenado. Supo equilibrar sus puntos fuertes y acabó cuajando un baile de gran factura. Rubio de Pruna se dejó escuchar en los tangos y dejó claro que su peso en el cante iba a ser el equilibrio al huracán que se avecinaba sobre las dos orillas del océano.

Las cantiñas nunca lo fueron, la velocidad era tan desmedida que todo sonó a bulería. Cantiñas y alegrías merecen un trato más mesurado con respecto al peso y al tiempo y, si bien los pies de Karime volaban sobre las tablas, fue imposible encontrar un silencio, ni tan siquiera en el propio silencio de la alegría.

El baile se iba masculinizando por momentos y ni tan siquiera la excepcional sonanta de Tuto puso freno al desenfreno.

La soleá final pecó de los mismos vicios y lució con las mismas virtudes. Tacones como ametralladoras y los brazos y el cuerpo absolutamente escondidos.

Karime es un portento, sin duda, pero no estaría de más que alguien frenase ese impulso desaforado que la lleva dejar el baile en un segundo plano. Lo salvaje no siempre se relaciona con lo veloz y el exceso de técnica domestica y amansa cualquier emoción.