ESPAÑA

Al final, a pie

Urdangarin hizo voluntariamente el paseíllo cuatro veces y dio la cara ante la prensa

PALMA DE MALLORCA. Actualizado: Guardar
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Sin privilegios. Al final Iñaki Urdangarin dio la cara e hizo voluntariamente el paseíllo de los imputados en hasta cuatro ocasiones. Después de los denostados esfuerzos de la Policía por convencer al decano de los juzgados, Francisco Martínez Espinosa, para evitar el mal trago al duque y de que el magistrado autorizase que el yerno del Rey a llegar en coche a la puerta del tribunal para evitar una posible agresión, Urdangarin sorprendió a todos.

Lejos de ocultarse y lejos de las imágenes de un duque a la carrera escapando de la prensa por las calles de Washington, el imputado quiso marcar ayer en Palma una impronta bien diferente. Una imagen que nada tuviera que ver con la de las fotografías movidas del personaje que huye. Incluso, por primera vez desde que estallara el 'caso Nóos', apostó por ofrecer su versión directamente ante las cámaras, sin comunicados ni portavoces que hiciesen de intermediarios.

«Comparezco en el día de hoy para demostrar mi inocencia y mi honor en mi actividad profesional, que he ejercido con total transparencia. Mi intención es aclarar la verdad de los hechos y la declaración de hoy ayudará a demostrarlo», dijo el duque a su llegada a los juzgados, tras recorrer acompañado de su abogado, Mario Pascual Vives, por primera vez la treintena de metros del ya famoso callejón.

Voz pausada y discurso medido (incluso memorizado) hasta la última palabra. Un Urdangarin envejecido, muy delgado, con cara demacrada, gesto cansado y vestido con chaqueta oscura y pantalones y corbata clara, se dejó fotografiar sin prisa durante ese primer paseíllo y durante los 26 segundos exactos que duró su comparecencia. Luego vendrían otras tres caminatas, ya que el imputado volvió a Marivent para almorzar con la infanta durante el receso del mediodía. Mucho más breves fueron sus apariciones ante los manifestantes republicanos e independentistas que se habían congregado en las inmediaciones de los juzgados de Vía Alemania. A ellos apenas les dedicó una rápida mirada cuando a las 8.48 horas se bajó a la entrada del callejón del mismo Opel Zafira azul con el que el jueves el matrimonio Urdangarin-Borbón llegó al palacio de Marivent. Apenas un segundo en el que probablemente no pudo ver los carteles en los que le exigían lo robado o los montajes en contra de su suegro.

Puesta en escena

Allí estaba 'al quite' el abogado Vives, que desde minutos antes le esperaba al principio de la cuesta para acompañarle fiel en el paseíllo, en una suerte de coreografía que parecía ensayada para que no hubiera errores en esa importante puesta en escena.

Lo que probablemente no le pudo evitar el letrado a su cliente es que Urdangarin -tanto en sus dos llegadas como durante las salidas del tribunal- escuchara los gritos de la muchedumbre en cuanto se vislumbraba su presencia en la calle. Un ensordecedor griterío, en el que destacaban sobre todo los insultos de «¡hijo de puta!» y «¡chorizo!», se apoderó de la zona en los brevísimos instantes en que el marido de la infanta se sometió al 'escarnio' público de los concentrados.

No hubo los temidos sabotajes ni los actos de violencia que la Policía esgrimió para convencer al juez, aunque sí un pequeño incidente, precisamente protagonizado por una persona que nada tenía que ver las manifestaciones.

Solo segundos antes de que Urdangarin descendiera de su vehículo en la cita de la mañana, una señora, que rondaría los 60 años y que se encontraba en el interior del cordón de seguridad, lanzó un huevo que impactó en la parte posterior del vehículo. La 'agresora' fue inmediatamente rodeada por los antidisturbios e identificada. «Me he quedado como Dios», declaró la lanzadora del huevo.