BUENO POR CONOCER

HERENCIAS

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Hay quien nace con estrellas, y quien viene a este mundo estrellado. La suerte se puede manifestar de muchas maneras, lo mismo que la fatalidad. Nuestro destino parece que puede estar escrito. Sin caer en el calvinismo, podemos pensar incluso en la predestinación. Hagamos lo que hagamos la rueda de la fortuna ya ha elegido con antelación nuestro casillero. No sabemos sin con premio o sin él. Podemos ser agraciado en los juegos de azar, podemos ser afortunado en amores, incluso podemos tener la tremenda fortuna de tener un trabajo fijo. La diosa griega Fortuna nos puede sonreír con una herencia sustanciosa e inesperada de un pariente lejano, del que no sabíamos ni siquiera de su existencia. Incluso un familiar allegado, por el que nos hemos desvivido sin esperar nada a cambio, puede donar todos sus bienes a la santa madre Iglesia o a la sociedad protectora del burro ibérico.

Se heredan cuentas corrientes, acciones, obligaciones, letras del tesoro, inmuebles, sociedades, joyas y fincas, incluso deudas. Se hereda el color del pelo, la forma de los ojos, la calvicie, la expresión del rostro, la forma de hablar, la voz, incluso los andares. De nuestro padre heredamos un «antojo» y de nuestra madre su risa. A nuestros hijos podemos transmitir la alegría de vivir o valores como el esfuerzo o la tolerancia.

Grupos de investigadores que estudian a los gemelos idénticos, aquellos que comparten el cien por cien su ADN, han concluido que el nivel de felicidad puede tener un origen genético entre el 50% y 80%. El responsable es el gen 5-HTTLPR. Su función es la de producir recicladores de serotonina, de esta manera se rentabiliza este neurotransmisor garante de nuestro estado de ánimo. Esto explicaría una forma determinada de enfrentarnos a la vida, más allá de las hostilidades o bondades del ambiente que nos rodea. Ganar una lotería millonaria o sufrir un accidente cambian nuestro nivel de felicidad o de desdicha sólo momentáneamente. Los efectos positivos o negativos de la fortuna se van desvaneciendo con el paso del tiempo.

A pesar de ello podemos entrenar nuestros cerebros a potenciar las emociones positivas y los pensamientos felices, que se encuentran en la parte izquierda de nuestro cerebro, inhibiendo las emociones negativas de forma deliberada y consciente, y que se encuentra en la parte izquierda.

La mejor herencia que nos pueden dejar nuestros padres, «las ganas de ser felices».